martes, 6 de diciembre de 2016

La receta feminista

  
Se presentan tiempos oscuros para la identidad. En una sociedad globalizada y en gran parte frustrada por no conseguir la consonancia ideológica, nos encontramos con aquellos díscolos morales cuyo único objetivo es embriagar de incertidumbre a la sociedad civil con ese sentimiento de vacío para así poder erradicar lo que nos hace libres: nosotros mismos y nuestros valores. Y para ello emplean estrategias seductoras a la par que manipuladoras de lo más estudiadas para, simulando una actitud dócil, despojar al pueblo de su libertad.
 
Muchas han sido las voces que en los últimos días han exigido la dimisión del alcalde de Alcorcón, David Pérez, por sus palabras acerca del colectivo feminista. Palabras que, tal y como aseguró el propio alcalde, no fueron correctamente interpretadas por la sociedad civil a la que, según algunos, parecen haber indignado. Pero lo cierto es que esas declaraciones no distan mucho de la realidad que rodea a los mal llamados feministas.

Durante los últimos años, hemos asistido a una descrédito del feminismo por la propia actitud de quienes se dicen defensores del mismo mientras arrasan aquello por lo que tantas mujeres lucharon y dieron la vida durante décadas. Con cada acto que llevan a cabo, las actuales feministas pecan de una hipocresía superlativa, ya que, en un país libre como el nuestro, su mayor labor se basa en asaltar instituciones y manifestarse de manera violenta en pos de la opresión que ansían ejercer sobre la sociedad. Y por si fuera poco, desde las propias instituciones mancilladas por la incultura de este colectivo, existen políticos y figuras públicas que apoyan con sinceridad esos desvaríos mientras pronuncian discursos libertarios.
A los líderes de la izquierda radical no les agrada en absoluto que exista algo que no esté bajo su control, y por ello animan a imponer la tiranía del cuestionable movimiento feminista, para así seguir desplegando sin esfuerzo la alfombra roja que les llevará al dominio de todo ser que habite en España.

Las niñas de papá que alardean de ser las más populares del insti por desnudarse frente a una sociedad que las soporta con tedio, se encuentran también en el convencimiento de que un pene occidental es un arma de destrucción masiva. Sin embargo, esa insípida reflexión no se extiende a lo largo de toda la geografía, pues callan ante la represión de la mujer en los países sumidos en dictaduras islámicas donde se lapida a aquella que sea acusada de adulterio. Los progresistas de mercadillo miran también hacia otro lado cuando apoyan a regímenes machistas y homófobos como el de Fidel Castro, dictador que lanzó a homosexuales a la más absoluta de las miserias. Luego celebran su happy hour particular, acudiendo a una mani y amenazando de muerte a un hombre libre que ha dado su opinión acerca de un colectivo particular que no representa ni representará jamás a la mujer libre. Y al no aplaudir esas incoherencias, una mujer parece no tener derecho a serlo, y un hombre pasa automáticamente al mismo paredón donde se fusila, con dialéctica chabacana, a violadores y opresores.

Si hay algo que nos torna confusos acerca de la veracidad moral del sentimiento feminista, son las incongruencias que algunos ya ni siquiera se esfuerzan por disimular. Mientras David Pérez sufre en sus carnes el odio -o más bien la frustración- de una minoría social molesta, Pablo Iglesias puede permitirse el lujo de decir que azotaría a una presentadora de televisión hasta que sangrase sin que nadie le recrimine sus palabras. Los principios morales de la izquierda quedan reducidos a cenizas cuando, callando como oprimidas, las mujeres de su partido deciden no castigar con la misma firmeza las palabras de su líder y las de su adversario. Aceptan las vejaciones a su género siempre y cuando provengan del bendito manantial que sostiene sus modestas y mediocres carreras, aceptando automáticamente quedar relegadas a un segundo plano no solo en su partido, sino también en el seno de una sociedad que acabará repudiándolas por llevar una lucha falta de principios.

Gracias a muchos hombres y mujeres que lucharon con coraje, ese modelo de "señora de" encerrada en la cocina desapareció, y hoy la mujer puede ser lo que quiera ser, pues goza de la libertad que merece. Pero ese pensamiento retrógrado vuelve peligrosamente de la mano de mujeres que se dicen abanderadas de la libertad, pero que realmente lo único que quieren es volver a diseñar un canon femenino al que ninguna mujer podrá renunciar si no quiere ser tachada de machista cómplice de su propia desgracia. El verdadero feminismo consiguió en su día grandes hazañas, no dejemos que el fanatismo les ponga fecha de caducidad.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Trump ganó sin oposición

 
Lo que parecía un disparate se ha convertido en una realidad. Donald Trump será el nuevo Presidente de los Estados Unidos de América, a pesar de que el grueso de la opinión pública mundial se posicionaba claramente en su contra y a favor de una Hillary Clinton que, aparentemente, resultaba ser la opción menos mala. En el seno de una de las democracias más robustas del mundo, Trump ha conseguido hacerse un hueco en el plano político utilizando como principal arma la contrariedad de gran parte del electorado.

La jauría progresista española no se ha hecho esperar y ha manifestado su opinión ante tales resultados electorales reprochando sin pudor ni decoro, una vez más, la legítima expresión del pueblo norteamericano. Pueblo que, como he dicho, goza de un sistema democrático sano y vital, contrario al que existe en los países con los que algunos se identifican y funden ideológicamente. Iglesias y Garzón, los fallidos representantes de la gente, hablan hoy en boca de la rancia izquierda burguesa y acaudalada, y, como mártires defensores de la libertad, lamentan la victoria de un candidato al que llaman fascista. Razón no les falta en determinados calificativos, pues Trump se ha servido de un discurso oportunista, muy repetido ya a lo largo de la Historia, que no pretende otra cosa más que avivar la llama coyuntural que envuelve una determinada situación. Los ecos de la palabrería del candidato republicano vienen incrementando sus decibelios en el mundo occidental desde hace tiempo, pues no hay más que ver la creciente simpatía que sienten desde determinados sectores sociales hacia la demagogia y el populismo, por desgracia cada vez más enraizado en un Occidente sumido en una crisis de valores. Y es que, las promesas de Trump no distan mucho de las de Iglesias, Le Pen, y otros cantamañanas.

Si algo tienen en común los extremos ideológicos, sean del lado que sean, es su capacidad para aparecer con un mensaje utópico y esperanzador allá donde se presente la desesperación y el hartazgo popular, para así germinar y expandirse por el mayor territorio posible gangrenándolo con odio y rencor de manera casi irreversible. Al fin y al cabo, utilizan las mismas circunstancias para los mismos fines, aplicando prácticamente las mismas medidas, aunque unos oculten su malintencionado rostro bajo un disfraz de moderación y sosiego. El proteccionismo, el intervencionismo estatal y la merma de la libertad que estas prácticas conllevan, conforman la base ideológica sobre la que se sustentan numerosos partidos políticos aparentemente opuestos, desde Podemos al Frente Nacional de Le Pen pasando por el Partido Republicano de Trump. Fijémonos si no en el acompasado rechazo de estos tres partidos políticos al libre comercio.
Resulta también cómico ver cómo la izquierda radical española se lamenta de la victoria de Trump, tildándolo de xenófobo, racista y machista, cuando días antes uno de sus representantes, Alberto Garzón, ensalzaba la figura de Lenin, fundador de un régimen represor y asesino, intentándonos hacer ver las bondades del fraudulento edén comunista. Y no sorprende lo más mínimo, pues la incoherencia del trasnochado y residual comunismo en nuestro país se deja ver cada vez que alguno de sus adalides, que dicen luchar a diario por los derechos humanos, deciden salir a su confortable balcón tuitero a brindar y celebrar la existencia de asesinos y dictadores, o cuando simplemente azuzan el odio y la xenofobia que siembra el nacionalismo dentro de su propio país.

Por otro lado, estas elecciones nos dejan entrever también el rechazo de los estadounidenses a la socialdemocracia vacía de proyecto y sentido. Clinton, para algunos la candidata de Wall Street y para otros la candidata perfecta, se ha dado de bruces contra el sólido muro de la realidad fuera de las acomodadas ondas mediáticas. Con un mensaje -si es que existía- poco sólido y vacío de contenido, la candidata demócrata no ha estado a la altura de las circunstancias, y quizá no haya sido ella la mejor rival para el virulento Trump. Pero, además de no saber vender ese hueco mensaje, hemos de recordar también que los logros de la socialdemocracia ejercida por Obama no han sido del todo positivos para Estados Unidos. Leyendo al brillante economista Daniel Lacalle en su artículo 'Las sombras del "milagro" Obama le pesan a Clinton', constatamos que el crecimiento de la economía norteamericana se ralentiza pese a haber gozado del mayor estímulo monetario de la historia. Todo ello fruto de políticas ineficientes que no son otras que las que el socialismo mal ejercido pretende vender a toda costa con mentirosos discursos. Es lógico que no se premie en las urnas un trabajo mediocre en términos económicos.
Si al fiasco de la socialdemocracia estadounidense le sumamos el gafe de Sánchez e Iceta, que con bolos de discoteca poligonera decidieron echar una mano a Clinton durante la campaña electoral, vemos que el fracaso estaba más que asegurado.

El auge del populismo a nivel mundial es consecuencia de la enorme crisis política que vivimos. Solo dirigentes comprometidos con la reconquista de los valores perdidos y con la recuperación económica y social pueden ahuyentar a los extremismos y enterrarlos para siempre. La política de verdad hace que la sociedad deje de plantearse la opción de la política de barra de bar.

jueves, 20 de octubre de 2016

Militantes

  
Durante los últimos años y gracias a la creciente crisis política que atraviesa nuestro país, hemos experimentado también un crecimiento del número de ciudadanos que, hartos de permanecer pasivos ante tal esperpento, han decidido implicarse y participar de manera activa en la vida política. Y qué mejor manera de hacerlo que inscribiéndose como afiliado en una determinada formación. Sin embargo, demasiados se equivocan al asignarse un exceso de funciones que no pertenecen, ni deben pertenecer, a la militancia de un partido político.

Muchas han sido las ocasiones en las cuales hemos oído al ya ex-secretario general del Partido Socialista, así como a otros miembros de su convulsa ejecutiva, colocar a la afiliación en el puesto de paterfamilias de la formación. Pedro Sánchez, sumido en su particular vorágine populista, ha repetido hasta la saciedad que si fuera el mandamás de su partido, serían las bases las que paradójicamente llevarían el timón de un camino cuya complejidad dista mucho del simplismo con el que él lo enmascara todo.
Dando sus últimos coletazos políticos, el Partido Socialista de Sánchez ha intentado descaradamente adoptar el modelo asambleario que se lleva ahora entre la fashion casta neocomunista mediatizada que sobrecarga los platós mientras abandonan a la sociedad civil por la que tanto dicen luchar. Y es que los españoles hemos sido testigos en numerosas ocasiones de las malas artes de las que el órgano directivo del partido morado se ha servido para conseguir sus propósitos mientras defiende con indecente hipocresía la cristalinidad con la que se ejerce la democracia interna en el seno de su formación. El caciquismo aflora vigorosamente cada vez de que el dedo envenenado de Iglesias toca al candidato de turno que no le conviene. Así funciona. Iglesias y su séquito aprendieron bien a camuflar la nula importancia de sus bases utilizando discursos motivacionales de barra de bar para inmediatamente después dar media vuelta y regurgitar con repugnancia sus palabras. No obstante, era de esperar que Podemos, habiendo sido el catalizador contranatural de esa amalgama de corrientes políticas antagónicas, se encuentre hoy en una situación tan delicada, pues prometieron demasiado protagonismo a una militancia no poco ambiciosa.
Es curioso que la corriente más allegada al corazón marxista de Iglesias sea la que siempre acabe por salir victoriosa de todos los procesos "democráticos" a los cuales este o los suyos se presentan. Pero por desgracia o por fortuna, esto sucede hasta en las mejores familias.

Nos podríamos preguntar cuáles son los derechos y los deberes reales, quitando los que figuran en los estatutos, que tiene cualquier militante de a pie. La principal misión de la afiliación de un partido político es el ejercicio del diálogo constructivo, aportando ideas y matices a un proyecto, sin olvidar que las trazas más gruesas están dibujadas. Las corrientes internas, siempre y cuando sepan gestionarse, son positivas, y no discriminan ni mucho menos al que dentro del partido piensa diferente. Como consecuencia de esa diversidad, nacen candidatos a liderar el proyecto por el cual todos los afiliados luchan a fin de cuentas. Deber de todos los militantes será elegir a un candidato u otro según el proyecto con el que más se identifiquen. Sin embargo, nos podríamos preguntar si una vez designado el líder hay cabida para muchos más procesos de primarias, pues a nivel local existe una mayor cercanía entre el candidato y el militante, fomentándose así la fricción personal fruto de un compromiso que puede no llegar a cumplirse. El mérito sería entonces más vulnerable, pudiendo llegar a desaparecer dando pie al favoritismo.
La democracia interna de un partido político no se mide en función de la cantidad de urnas que su ejecutiva saque a pasear, pues si se desvirtúa el proceso electoral, el proyecto acaba por perder toda credibilidad. Muchos creen que Podemos ejerce la democracia interna mejor que nadie, pero en realidad magnifican un debate mucho más estéril que el que se celebra de manera silenciosa en otras formaciones. Esto no es de extrañar si nos fijamos en sus mentores latinoamericanos, que se dicen demócratas por escribir en un papel maleducadas promesas -como el referéndum revocatorio- que jamás llegan a cumplir.
Sánchez pretendía que la afiliación de su partido, que es un porcentaje ínfimo de su electorado, fuera su paño de lágrimas y decidiera sobre el futuro de una España fragmentada en una pregunta de verdadero o falso cuya respuesta, aderezada con una adecuada campaña, sería fácilmente predecible. Sin embargo, Pedro Sánchez no tuvo en cuenta que esas estrategias de populista de primer curso no servían si se aplicaban en una formación con muchos años de camino recorrido.

Las bases de los partidos políticos no deben convertirse nunca en un obstáculo para una determinada situación. Sin embargo, a algunos líderes les conviene utilizar de tal forma a esa militancia para alimentar su propio ego y esconder su ineptitud. La participación activa en política debe basarse en una actividad mucho más profunda llevando implícito un debate constante que, si llega a buen puerto, podrá hasta cambiar el rumbo del partido político en cuestión.

domingo, 2 de octubre de 2016

Sembraron vientos en el PSOE

 
Sucedió. Pedro Sánchez presentó el pasado sábado su dimisión como Secretario General del Partido Socialista tras un trémulo y grotesco Comité Federal. La tensión candente y arrastrada en el seno del PSOE desde la desastrosa era zapateril no hacía más que crecer a pesar del enorme esfuerzo de Sánchez por ocultarla entre sonrisas y postizos ideales socialdemócratas. Fortaleza y energía que, desgraciadamente, llevan ausentes mucho tiempo entre los agonizantes socialistas.

Tras el enésimo hundimiento electoral de su partido en las elecciones vascas y gallegas, y como es costumbre, el ex-líder socialista no se dio por aludido, y, haciendo alarde de una victoria electoral mientras ignoraba la esencia del simple y cristalino mensaje de los españoles, Pedro no creyó necesario ese imprescindible paso atrás del que hablábamos algunos desde hacía tiempo. Desde el pasado 26-J, Sánchez y su egolatría desoían de manera continua las voces que hablaban de España. Una España sumida en un bloqueo tras dos citas electorales. Una España fragmentada a causa de la creciente e inverosímil promesa nacionalista. Una España amenazada por el radicalismo travestido de dulce y bienhechora hada madrina. Una España que, salvando La Moncloa, parecía olvidada por un Pedro Sánchez cada vez más obcecado en ser Presidente para así, hipotecando a los españoles como hizo su predecesor, poder asegurar económicamente el resto de su vida alejado de la laboriosa actividad política. Y es que, Sánchez solo perseguía la fama que otorga la Presidencia del Gobierno, o, si me apuran, una simple cartera ministerial. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, lo soñado dista mucho de lo real. Al no haber conseguido su propósito de convertirse en un ilustrado mandamás retirado, Pedro toma inevitablemente conciencia de su futuro, que de la noche a la mañana se torna más oscuro e incómodo, pues difícilmente alguien descolgará el teléfono para ofrecerle una vacante en no importa qué puesto directivo.

Con varios meses de retraso, un frustrado Pedro Sánchez abandonaba el sábado la sede socialista por la puerta trasera, después de una votación a mano alzada que dejó clara la voluntad de su Comité Federal de no convertirse en una filial del cargante podemismo, tal y como deseaban algunos miembros del PSOE. Me refiero a los que pactarían con el mismo diablo con tal de salvaguardar sus carteras, y no a los que vociferando improperios a las puertas de Ferraz se hacían llamar militantes. Esos eran los trolls gestados hace tiempo en la matriz de Iglesias y compañía, dedicados en cuerpo y alma al acoso y perturbación del debate político y social. La única diferencia es que esta vez pudimos ponerles cara.
Entre abucheos e insultos, entraban en Ferraz los que no compartían la estrategia de Sánchez y habían decidido emprender una nueva hoja de ruta de cara a sacar a flote la siniestrada nave socialista. Paradójicamente, los que dieron el golpe en la mesa fueron los mismos que, fruto de la cobardía innata de muchos líderes del PSOE, apoyaron a Sánchez en las primarias de 2014 al pensar erróneamente que sería un títere de fácil manejo y sin capacidad de razonamiento propio. Desgraciadamente, lo que inicialmente se ideó como la solución acabó convirtiéndose en el problema, y Pedro intentó emprender un camino independiente. Algunos líderes en la sombra cometieron pues un error de cálculo a la hora de elegir a su candidato postizo, mostrando así una vez más la incapacidad del PSOE para contener y gestionar sus propios tejemanejes. Todo ello hizo estallar la bomba por la que los socialistas pasaron un sábado entero discutiendo en su sede. Con el espectáculo montado durante el Comité Federal tanto fuera como dentro de Ferraz, el debate interno de los socialistas terminó por perder las formas políticas, adoptando un estilo más cercano al género burlesque, demasiado visto, pues el PSOE lo explota con la misma intensidad que Iglesias y sus compañeros.


Utilizando el victimismo que mejor le caracteriza, Sánchez renunciaba a su puesto en la ejecutiva de su partido, no sin antes recordar que, al haber sido elegido hace dos años a través de unas primarias, él y solo él era y sigue siendo el único y legítimo usufructuario de la marca socialista. Una falacia, pues las primarias en un partido político no siempre reflejan la voz de la militancia, y la militancia no es ni por asomo la voz del electorado. Sánchez representó en su día un sentimiento y una circunstancia que hace tiempo se dio, sin embargo, las sucesivas y continuas derrotas electorales le sitúan hoy en las antípodas de lo que fue en aquella primavera del año 2014. Creyéndose poseedor, como digo, de toda autoridad en el seno del Partido Socialista, Sánchez no reparó durante su agridulce mandato en que las bombas que sin control colocaba en la sede de Ferraz estallarían con él dentro, llevándose por delante su raquítica carrera política.

Desde Unidos Podemos olfatean el desastre y deciden unirse para, con tonos hipócritas de compasión, solidarizarse con la causa del soldado Sánchez. Así, mientras Iglesias da la extremaunción a un Sánchez moribundo, Garzón le roba lo que en sus bolsillos queda de valor. Incluso en su tumba política, Sánchez sigue sin percatarse de que la gangrena que ha sufrido su partido es consecuencia, entre otras cosas, de la extrema virulencia con la que se ha propagado el avaricioso germen de Podemos en sus filas.

Pedro Sánchez no ha estado a a altura de la situación de bloqueo institucional que asola actualmente nuestro país. Por mucho que cueste creerlo, la actividad política no se basa en tertulias, entrevistas y proposiciones de ley basadas en un programa electoral. La altura política de un dirigente se refleja en la aptitud del mismo frente a determinadas decisiones que no son del agrado de la opinión pública. Hasta el momento, nadie en el PSOE de Sánchez ha sido capaz de definir hacia dónde gira el timón socialista. Mientras evadían la toma de decisiones, un desorientado pero relajado Sánchez tomaba el sol en las playas de Almería, cuando su cerebro debía situarse en el corazón de su país.

Tanto Pedro Sánchez como los que le creían marioneta sembraron vientos. Hoy, afortunadamente, cosechan tempestades.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

El disparate de "Radio Carmena"

  
Manuela Carmena lo ha vuelto a hacer. Si pensábamos que ya no podía magnificar más su imagen y la de su propio partido a costa del conjunto de los españoles, sin duda nos equivocábamos. La alcaldesa de Madrid ha decidido poner en marcha, junto a la brillante colaboración de Celia Mayer, una emisora de radio municipal que, según dice su edil de Cultura, será una herramienta que servirá como canal de comunicación con los madrileños. No obstante, este ambicioso proyecto sufre ya los achaques propios de una cuestionable gestión.

Radio M21, el nuevo juguete del caprichoso equipo de Ahora Madrid, ha comenzado con mal pie. Para empezar, el único grupo político que no ha criticado este proyecto ha sido el mismo que lo ha impulsado, cubriendo de falsa objetividad al indiscreto sectarismo que practican. Al parecer, las contrataciones no han sido del todo transparentes, como suele ser habitual por parte del actual Gobierno de la capital. Así, el nepotismo vuelve a ensombrecer la gestión de Carmena, sobre todo si alzamos la mirada y la fijamos en el mandamás de la futura emisora, Jacobo Rivero. El periodista, que antaño trabajó como corresponsal en España de la televisión del régimen de Hugo Chávez, emprende hoy un nuevo proyecto de la mano de los que desde aquí añorarán siempre al dictador y sus mezquinas prácticas utilizando la cantinela soporífera de siempre. Estoy convencido aún así de que Carmena ha abierto la puerta a los 70.000 euros que entrarán en el bolsillo de Rivero una vez puesta en marcha la emisora, además de por su currículum en la prensa -o más bien, servidumbre mediática- internacional, por la dilatada experiencia profesional de Rivero escribiendo biografías de personas que no alcanzan los cuarenta años y cuya carrera política se podría resumir en cuatro palabras mal contadas.

Según Celia Mayer, el proyecto pretende ser un canal que facilite y acerque la cultura a los madrileños de una forma imparcial, para seguir construyendo Madrid entre todos. La ambigüedad de las declaraciones de Mayer deja en evidencia, como de costumbre, la insolvencia de sus ideas. Con centenares de miles de euros destinados a tertulianos y colaboradores, la edil de Cultura asegura que el canal de radio estará libre de toda ideología política. Así, desde Ahora Madrid tratan de proyectar en nuestras mentes una emisora repleta de cultura e información objetiva, dos pilares básicos de una sociedad, que, si se gestionan de manera imprudente cayendo en las manos inadecuadas, pueden llegar a convertirse en una herramienta muy peligrosa pero a la vez atractiva para los que apuestan por el modelo mediático de países sumidos en la represión. No podemos evitar pensar en la turbidez de esas ondas radiofónicas al ver que parte de la gestión también recae sobre la dicharachera reportera Rita Maestre, ahora concejala, que en su época de estudiante se sumergía en el soviet de la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense para gestar la tórpida revolución marxista que a día de hoy no logra alcanzar el límite deseado por Iglesias y compañía.
Con un proyecto endeble y marcado por los dedazos y la falta de transparencia, Ahora Madrid decide defender su postura atacando a la oposición, que pide explicaciones, en lugar de elaborar sólidos argumentos para convencer al resto de grupos políticos.

Por otro lado, en una ciudad donde su propio Ayuntamiento espanta a los inversores extranjeros y donde no se invierte en limpieza, obra pública ni infraestructura, una cuantiosa partida presupuestaria va paradójicamente destinada a paliar el síndrome de abstinencia ideológico de su Gobierno. Un dinero que, en lugar de destinarse a mejorar la situación real de los madrileños, se inyecta directamente en el bolsillo de aquellos a los que hay que colocar en algún cargo que yo llamaría "de confianza". Esas políticas sociales que prometían, caen en el ostracismo cuando Carmena y los suyos tratan de manipular -o hacer suya- la opinión pública para así maquillar la realidad de su mandato, lucrándose gracias a la verdadera pobreza contra la que no luchan, pues no tienen ninguna intención de hacerlo. Esa emisora tendrá sin duda una desvergonzada palabrería socialista que no dará empleo ni comida a los madrileños en situación desfavorable.

Iglesias y los suyos han pasado de gestionar una televisión financiada por el dinero de todos los venezolanos a construirse su fuerte radiofónico, pero esta vez utilizando nuestro dinero. No importa el cómo, la cuestión es que el parné de su amado pueblo no deje de gotear para así regar las infraestructuras cuyo único objetivo es el adoctrinamiento de la sociedad civil.
Mientras tanto, la menguante horda tuitera de siempre, cegada por el caduco fervor comunista, acude a la carga aprobando esa estéril inversión, argumentando que ya era hora de que algún medio de comunicación fuera controlado por la izquierda. Pavorosos comentarios, sin duda, de aquellos que prefieren una sociedad lobotomizada antes que una sociedad activa y con criterio.

Termino con esta cita de Diderot, que me vino a la mente nada más leer la primera noticia sobre este disparate:

"Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula
y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga"

viernes, 26 de agosto de 2016

Bildu pierde a su mono de feria

  
El pasado miércoles, la Junta Electoral de Guipúzcoa decidió que Arnaldo Otegi, aquel terrorista condenado en varias ocasiones, era inelegible como lehendakari y no podía entonces presentarse como candidato en las elecciones vascas del próximo 25-S por estar, como es lógico y normal, inhabilitado para ello. Aquello resultó ser una gran noticia para los que creemos en la libertad. Sin embargo, y como no podía ser de otro modo, la horda de violadores de la ley salieron al ruedo a valorar y juzgar moralmente esta decisión.

Según la ley, ese instrumento -tan extraño para algunos- que asegura las libertades individuales y colectivas, Otegi está inhabilitado para ser elegido en cualquier proceso electoral hasta el año 2021. Recordemos que el líder abertzale fue condenado nada menos que por intentar reflotar la ilegalizada batasuna bajo las órdenes de la banda armada a la cual perteneció. Una banda terrorista que ha matado a lo largo de su historia a centenares de personas inocentes. El terrorista salió de la cárcel en marzo de este mismo año, arropado por aquellos que creen que el fatal destino de las víctimas de ETA era más que merecido. Entre gritos de independencia, Otegi salía del penal de Logroño sin pudor ni vergüenza, con la cabeza bien alta, como si hubiera culminado la gran hazaña de su vida, y, entre vítores, era recibido por una muchedumbre que, tanto físicamente como en las redes sociales, manchaban el significado de paz ligándolo a su nombre cuando no era más que un vulgar terrorista.

La historia se repite hoy, cuando, manipulando como mejor saben, ciertos líderes políticos cuestionan la ley restando autoridad al Estado de Derecho, que debería estar de enhorabuena al recibir esta noticia.
Como de costumbre y haciendo de la política su particular tertulia del corazón, los líderes antisistema se adentran en un mar de réplicas e improperios dirigidos a la resolución de la Junta Electoral. Pablo Iglesias no tardó en incordiar pronunciando su sentencia personal de 140 caracteres y decidiendo por cuenta propia que debían ser los vascos y las vascas quienes decidieran a su representante en el Parlamento vasco. El líder de Podemos, que lleva desaparecido en combate desde las pasadas elecciones generales, parece hoy más preocupado por la candidatura ilegal de un terrorista que por el futuro Gobierno de su país. No sorprende en absoluto si echamos la mirada atrás y comprobamos que gran parte de la gestación política -o mejor dicho, del aborto político- de Iglesias y su partido tuvo lugar en las herriko tabernas. Lo mismo sucedió con Alberto Garzón, que no tardó en sumarse a la indecente denuncia de su ya líder supremo, y, tildando la decisión de la Junta Electoral de cacicada, se postuló contrario a la inhabilitación de Otegi. Es comprensible que ansíen incendiar a toda costa las redes sociales al ver que su protagonismo cae en picado sin ser la "casta" la culpable de ello, siendo la verdadera sociedad civil la que los pone en su sitio al encontrarse ahíta de sus salidas de tono y sus improperios hacia los que piensan diferente. Lo que no se entiende es cómo ciertos diputados se postulan asiduamente a favor de personas que vulneran la ley y la libertad de su tan querido pueblo. Podemos hablar de Cañamero, el jornalero matón, o de Alfon, ambos condenados por la justicia y para los que los líderes de la tercera fuerza política en nuestro país piden libertad e impunidad resaltando el falso sentimiento democrático que representan.
El Partido Socialista, haciendo alarde de su afinidad con la izquierda antisistema, decide acomplejadamente no entrar a valorar la resolución de la Junta Electoral, a excepción de Ximo Puig, que, siguiendo previsiblemente las órdenes de su domina Mónica Oltra, sí se manifestó contrario a dicha decisión dejando al PSOE una vez más en el subsuelo de la desvergüenza.

Por su parte, Arnaldo Otegi adopta hoy el papel de víctima apaleada y simula aceptar con resignación la resolución de la Junta Electoral. Nada más lejos de la realidad, pues desde que salió de la cárcel y como si de bolos de discoteca se tratase, el terrorista se ha ido paseando por las instituciones de su país, al que odia, concediendo entrevistas y poniendo en práctica su oxidada verborrea nacionalista, acompañado siempre por Bildu, el partido que decidió patentarlo y explotar su tosca imagen hasta la extenuación. Habiendo palpado con la punta de los dedos el cielo, Otegi hoy se queda sin su roñoso objetivo, por lo que el odio que siente hacia su país no hace otra cosa más que crecer.
Al apoyar explícitamente a Otegi, los nacionalistas, reconciliándose con su razón de ser, se posicionan en las antípodas de la democracia y a favor de lo que durante años mantuvo a nuestro país sumido en el terror y la violencia.
Según Otegi y los que lo piropean de manera incansable, son los vascos los que deben decidir sobre su futuro, siendo protagonistas únicamente los afines a sus malas artes, olvidando a aquellos a los que un día se les arrebató sin motivo alguno el derecho fundamental, que no es nada menos que la libertad y la vida.

Bildu pierde hoy a su mono de feria gracias a unas normas que, por mucho que algunos intenten hacer ver lo contrario, votamos todos. Sin embargo, hay quienes aún creen en la opresión y el castigo ideológico. Los que critican y menosprecian la ley que nos hace libres son los mismos que apoyan regímenes con normas restrictivas y totalitarias. Los demócratas debemos unirnos y rechazar a viva voz aquello que un día hirió de gravedad a España, y que hoy, por desgracia, quiere seguir oprimiéndola y matándola desde dentro.

Libertad, respeto y memoria.

jueves, 11 de agosto de 2016

Jaque

  
Seis condiciones ha puesto el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, encima de la mesa para comenzar un proceso de negociación con los populares de cara a la investidura de Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno. Seis sencillos puntos que, por cobardía o por simple egocentrismo, ningún otro líder político se había aventurado ni siquiera a esbozar hasta ahora. Seis componentes de una jugada maestra que deja a los naranjitos bien posicionados en el pistoletazo de salida de esta maratón política.

Es un hecho que el Partido Popular, le pese a quien le pese, ganó las elecciones el pasado 26-J con una holgada mayoría. España habló y lo hizo respaldada por el sistema democrático que parece no agradar demasiado a los que esputan constantemente sobre la verdadera sociedad civil, que, por lo que se ve, no adecua sus características al canon que tenían en mente aquellos que se creían sus representantes legítimos. Nuestros políticos debían entonces, muy a pesar de algunos, empezar a trabajar en base a unos resultados objetivos y sobre un Congreso de los Diputados fraccionado. Pulir y dar forma al Gobierno de un país con tan sustanciosa discrepancia no es ni mucho menos tarea fácil. Aquellos que dicen ser el altavoz de la gente, optaron entonces por el camino de la expectación perezosa desde el escaño de su bancada. Otros, los que en algunos lugares de España se pusieron en su día la cofia y el mandil para servir incondicionalmente a los populistas, deciden hoy ponerse una coraza metálica y rechazar cualquier posibilidad de acuerdo constructivo que incluya a los ganadores de los segundos comicios. Ninguno de los mencionados han decidido hasta ahora quitarse las anteojeras y ampliar sus miras para ver el mundo al completo y la diversidad de sus senderos.

Hace unos días, el portavoz del grupo Socialista en el Congreso, Antonio Hernando, afirmaba tajante en una rueda de prensa que su partido no indultará a Rajoy, ya que la corrupción existente en el seno del PP es demasiado importante como para perdonarla. Así, sin preliminares, Pedro Sánchez y los suyos utilizan de manera repetitiva y constante este argumento de cena de amiguetes para no dirigir la mirada hacia la opción más coherente y responsable. Resulta paradójico que los únicos que entienden que pactar con el PP supone legitimar su corrupción sean los que pertenecen al partido involucrado en el fraude más importante de la historia de nuestro país. Y por si fuera poco, se atribuyen injustificadamente y como de costumbre la autoridad moral para otorgar perdones. Recordemos que, a la hora de ser investida, Susana Díaz cargaba sobre sus espaldas los numerosos casos de corrupción del PSOE de Andalucía. Nadie la indultó, y sin embargo, en lugar de utilizar la chulería sensacionalista y vacía de contenido, lo que en aquel momento se hizo desde el grupo de Ciudadanos fue proponer un pacto que abriera camino a la regeneración política -o el comienzo de la misma- en Andalucía y que incrementara la lucha activa contra la corrupción. Los socialistas entonces, dando saltos de alegría, miraron a Ciudadanos con unos dóciles y confiados ojos que hoy parecen haberse cegado.
Si Sánchez quisiera realmente acabar con la corrupción en nuestro país, además de empezar por combatir la de su partido, debería obligar, de la manera que otros lo hacen, a que el resto de los partidos liquidasen la suya. Pero eso se logra con el diálogo, tarea mucho más ardua que el ejercicio del simple veto. Sorprende también que el PSOE, habiendo firmado en la anterior legislatura esos mismos puntos y llevándolos en el pacto con Ciudadanos, se niegue a formar parte de la negociación. ¿Qué les habrá llevado pues a cambiar hoy de opinión? ¿Con cuál de las seis medidas no están de acuerdo los socialistas? Quizá su única discrepancia sea la previsible falta de protagonismo de Sánchez.

Desde Ciudadanos han dado un paso al frente, gesto muy loable visto el panorama actual. Los de Rivera han anunciado alto y claro unas condiciones que ningún partido que añore un futuro debería rechazar. La eliminación de los aforamientos o la reforma de la ley electoral son algunos de los puntos que tendrán que aceptar los populares para comenzar las negociaciones de cara a la investidura de su líder. Recordemos que Rajoy se ha mostrado siempre abierto a adoptar medidas cuyo objetivo sea endurecer la lucha contra esa lacra corrupta que por desgracia hoy abunda en nuestra sociedad. El PP tiene entonces, si las circunstancias y sus dirigentes que van a votar esa propuesta lo permiten, la oportunidad de demostrar su compromiso con la regeneración política. No se entendería que Rajoy, que tanto añora un Gobierno estable, declinase esa oferta, y, en lugar de dar un paso al frente, retrocediese abocándonos a unas terceras elecciones. Confiemos en el sentido de Estado y la responsabilidad de los populares y pidamos un poco de cordura al PSOE para que dejen de ejercer ese pueril e injustificado bloqueo. Pidamos al PSOE la sencilla misión de pensar en España.

Con este envite, Rivera pone contra las cuerdas al PP, que se verá obligado a firmar, y al PSOE, que si no lo hace seguirá cayendo en picado hasta marchitar la rosa que Sánchez y compañía sostienen con el puño vigorosamente cerrado a causa de un falso idealismo propio de tiempos pasados. Es momento de cesión y de pactos. Es tiempo de regenerar no solo la política, sino también esa mentalidad que algunos parecen tener anclada en otra época. Es tiempo de negociación, y Ciudadanos ha dado el primer paso poniendo en jaque al resto de los partidos políticos. Solo se salvará el que sepa adaptarse a esta nueva era.

miércoles, 13 de julio de 2016

Los cobardes son los de siempre

El pasado sábado, una cornada mortal acababa con la vida del joven torero Víctor Barrio en la plaza de toros de Teruel. Fue sin duda un trágico suceso que no dejó indiferente al mundo taurino, que lloró su muerte rindiéndole un cálido homenaje en Sepúlveda, la tierra que le vio nacer. Desgraciadamente, su familia y amigos no pudieron gozar de la paz que todos merecemos a la hora de despedir a un ser querido, ya que ciertas voces radicales del mundo antitaurino engendraron y alimentaron por enésima vez la biliosa polémica de rigor, propia de los que no entienden más que de odio y resentimiento.

El diestro, aún de cuerpo presente, tuvo que sufrir las peores humillaciones procedentes de aquellos que, no teniendo respeto por nada ni por nadie, se creen falsos poseedores de una supremacía moral que, en teoría, les da carta blanca a la hora hacer juicios de valor de una manera banal y chabacana. Las redes no tardaron en cebarse con el joven de 29 años en el momento en el cual, desgraciadamente, ya no podía defenderse. Iconos de lo indigno, muchos personajes famosos por sus reiterados ataques a la libertad decidieron dar su opinión -o mejor dicho, su cruel sentencia- sin pudor ni estilo. Es el ejemplo del rapero Pablo Hasel, que al poco tiempo de suceder la tragedia publicaba un tweet en el que afirmaba que si todas las corridas de toros acabasen así, más de uno se animaría a asistir. El íntimo amigo de Monedero demostró una vez más su nulo respeto por la libertad y por la vida humana, cosa que no debería de extrañarnos, pues Hasel, el ruiseñor afónico, es un férreo defensor del comunismo, ideología que arrasa con la libertad allí donde alcanza el poder.
Por otro lado, Vicent Belenguer, profesor en activo actualmente, decidió dar rienda suelta a su animadversión mediante un artículo -si se puede llamar así- algo más extenso. Belenguer celebró la muerte de Víctor Barrio en un post con numerosas faltas de ortografía que destaparon sus cuestionables cualidades docentes. La sorpresa llegó poco tiempo después, cuando el maestro liendre, que de todo sabe pero de nada entiende, se percató de que su zafia publicación se había hecho viral alcanzando una reacción social completamente opuesta a la deseada. Fue entonces cuando la cobardía propia de los de su calaña se apoderó de su ser, y, con la orina empapando sus pantalones, Vicent Belenguer aseguró que habían pirateado su cuenta de Facebook publicando esas palabras que en ningún momento salieron de su inocente y pulcra mente. Su denuncia adquirió mucha más credibilidad cuando se descubrió otro dulce mensaje de hace aproximadamente un año, en el cual Belenguer enviaba sus mejores deseos a Fran Rivera tras la cornada que recibió en Huesca. El primitivo temor llevó pues a un pusilánime profesor a recurrir a la mentira para deslegitimar indecorosamente y de manera poco veraz sus propios actos. Su inmoralidad me resultó tan pedagógica que decidí en ese mismo momento que mis futuros hijos recibirán su formación en el centro donde él figure como profesor titular.

Lo esperanzador de este desdichado episodio fue la repulsa por parte del grueso de la sociedad civil ante las injurias vertidas sobre Víctor Barrio y su familia. No solo el mundo favorable a la tauromaquia se rebeló frente a los radicales, sino que también muchos de los que la rechazan pero que a su vez gozan de la cordura pertinente decidieron rechazar también los desvaríos llenos de resentimiento y los insultos vertidos como un jarro de agua helada sobre un alma perdida y sus seres queridos. La familia y amigos de Víctor Barrio dejan entonces a un lado el odio y deciden responder a través de la vía legal con las denuncias que consideran oportunas, pues ellos sí entienden que vivimos en un Estado de derecho, concepto que a más de uno se le atraganta y le suena a chino. Como siempre, la justicia asegura la libertad frente a aquellos cobardes que quieren degollarla.
Lo que nos hace libres es la posibilidad de decidir sobre nuestros actos. Mofarse de la muerte de un hombre abusando de la libertad de expresión es un claro signo de cobardía. Los que se juegan la vida no pretenden que se llore su muerte, pero sí que se respete su memoria. Desgraciadamente, los cobardes abundan en todos los sectores de nuestra sociedad, y en este caso, Hasel y demás antitaurinos de feria, proclives a esconderse detrás de un smartphone, buscan ese fugaz momento de gloria que les haga sentir que, aunque solo sea por un día, son alguien en este mundo, obteniéndolo a través del odio.

El cobarde es aquel que ataca injustamente y a sangre fría cuando comprueba la vulnerabilidad irreversible de su adversario. El cobarde es el que no es consecuente con sus propios actos, y, de manera hipócrita se arrepiente de las coces repartidas. En definitiva, los cobardes son los de siempre.

lunes, 27 de junio de 2016

La sonrisa de unos pocos

  
Seis meses después de una cita electoral que supuso grandes quebraderos de cabeza para las principales formaciones, unas nuevas elecciones se han celebrado consecuencia de la falta de acuerdo entre los líderes políticos. El ego de algunos y la ambición desmesurada de otros, impidieron la puesta en marcha de un Gobierno estable en nuestro país. El pasado 26-J se escenificó entonces lo que ninguno podíamos prever si reparábamos en las inservibles encuestas: el hartazgo de la sociedad civil ante una nueva casta política que no solo no sabe gestionar, sino que además ejerce el totalitarismo más descarado buscando sus propios y mezquinos intereses.

Todos los partidos, salvo el PP, han perdido votos. En este país, sin embargo, ningún dirigente político se ha dignado a dimitir al conocer los resultados electorales. A día de hoy, en la sede de Podemos nadie se aventura a cuestionar el indiscutible liderazgo de Pablo Iglesias, que, habiendo confluido con el comunismo más caduco y rencoroso, se niega a hacer autocrítica al ver que su amalgama ideológica pierde un millón doscientos mil votos. 
Una buena parte de su electorado, cansado de ser tratados como ganado ovino, dieron el pasado domingo la espalda de manera contundente a Unidos Podemos. Ante esa inesperada pérdida de apoyos, a Iglesias solo se le ocurre celebrar una fiesta con cánticos comunistas en la cual amenaza a los "poderosos" con su llegada tarde o temprano. Esos poderosos de los que hablaba el líder de Podemos en tono despectivo debían de ser aquellos ciudadanos que decidieron no votar a Unidos Podemos, aquellos sobre los que por el simple hecho de pensar distinto cayó esa maldición de pitonisa televisiva que pronunció Pablo Iglesias. 
La formación morada -y digo morada porque de roja ya tiene poco-, achaca su tropiezo a un triunfo del miedo infundido por el adversario, sin dedicar sus esfuerzos en restaurar los pasos efectuados y analizar cuál pudo ser el errático. Y no han sido pocas las polémicas en las que se han visto involucrados los dirigentes morados. Por ejemplo, el nombramiento a dedo de Julio Rodríguez como cabeza de lista por la provincia de Almería fue una actuación incoherente con el guión moral del que tanto alardea Podemos, pero Iglesias, cegado por la divinidad que se atribuye constantemente a sí mismo, pensó que no sería un asunto de enjundia hasta que ayer a las doce de la noche, el ex-JEMAD se quedó fuera del Congreso. La suerte no parece estar de parte de Julio Rodríguez. Tampoco parece haber aportado grandes ventajas electorales a Iglesias el ser el mamporrero oficial de Arnaldo Otegi, que no dudó ayer en hacerse una fotografía ejerciendo su derecho a voto. Sí, uno de los tantos derechos que su banda arrebató a cientos de personas que buscaban un camino alternativo al del terror y la violencia. 
Nombres aparte, no podemos pasar por alto la actitud de los diputados de Podemos en el Congreso de los Diputados durante estos últimos meses de legislatura. Iglesias sacó a relucir su despotismo oculto, y, con aires de tertuliano de un programa de prensa rosa de sobremesa, intervino en varias ocasiones sin tomar consciencia de dónde estaba ni de cuál era su objetivo en esa tribuna de madera. Así, disparando a diestro y siniestro y ejerciendo un burdo sensacionalismo impropio de la política seria, la oratoria y el aparente buen hacer del líder morado quedaron en varias ocasiones en el subsuelo de la indecencia. 
Los promotores del cambio tampoco parecen haber aprobado el examen electoral, pues en aquellas capitales donde en teoría empezaba a gobernar la mal llamada por ellos "gente", es donde más votos han perdido. Quizá sea consecuencia de la experiencia vivida, que no ha sido del todo grata para la sociedad civil que se ha visto a merced de los caprichos y la tiranía de sus dirigentes. Un ejemplo claro es el de la Comunidad Valenciana, donde el tándem Puig-Oltra pretende borrar la libertad educativa de la mente de aquellos a los que un día creyeron sus siervos. El ojo de Pablo, que a priori todo lo veía, ha resultado estar afecto de miopía severa.

Por otro lado, Pedro Sánchez, inmerso en su delirio habitual, respiró tranquilo al ver que el sorpasso del que tanto hablaban las encuestas resultó ser solo una quimera. Sin embargo, la buena noticia de conservar la segunda posición no debería excusar al Partido Socialista de hacer autocrítica, pues sus más de cien mil votos perdidos no le auguran un futuro muy prometedor si sigue por esta senda. La terquedad de Sánchez en la pasada legislatura le ha pasado una abultada factura. 
Con cinco escaños menos, su electorado le manda un mensaje claro invitándole por última vez a la moderación y a ejercer el diálogo con las fuerzas constitucionalistas. La servidumbre prestada a los radicales desde las pasadas elecciones autonómicas y municipales no es el camino a seguir, y Sánchez y los suyos parecen no percatarse de ello. 
Como ya dije hace meses, el voto moderado va volando poco a poco, dejando atrás el viejo nido socialista, y no aterriza precisamente en la izquierda radical por mucho que Sánchez quiera creerlo, sino que busca otra opción que asegure la libertad y que lleve por bandera el sentido común. Eso es algo que, no obstante, todavía han de descubrir en Ferraz, pues en plena resaca electoral y valorando positivamente los cada vez más desastrosos resultados cosechados por el PSOE comicios tras comicios, un César Luena desdichado aseguraba que seguirán negando a Mariano Rajoy y al PP la posibilidad de gobernar. Tremendo error sería el que, por culpa de los socialistas, España se viese una vez más sumida en un bloqueo como el que ha sufrido durante los últimos seis meses. 
Podemos decir que si algo define a los socialistas de la era de Pedro Sánchez es el pensamiento y la actuación populista, pues se dotan de una autoridad moral inoportuna, viéndose legitimados para exigir la salida de la Moncloa del único candidato que ha aumentado su apoyo en estas elecciones. Por tanto, alguien debería decirle a Pedro Sánchez que despierte de su letargo, deje de perseguir esa codiciada Presidencia y empiece a hacer algo útil por su país, que para eso le han votado.

El mapa político en España sigue fragmentado pese a que algunos ansiaban dominarlo, pero los españoles hemos hablado alto y claro. El rechazo al populismo de todo a cien se va palpando en el seno de la sociedad civil, que, harta de la demagogia comunista, empieza a desvestir a ese monigote, que empuña la hoz y el martillo, pero que se encuentra cuidadosamente cubierto por unas telas que le dan un aspecto socialdemócrata. La libertad, finalmente, se impone y supera ya con creces al populismo. Los partidos que creen en la democracia y la libertad tienen hoy la oportunidad de dejar a un lado sus diferencias para así acometer las reformas que nuestro país necesita. A Pablo Iglesias, sin embargo, le diría que se reconciliase consigo mismo y con su caduca ideología que no aportaría precisamente la sonrisa de un país, sino la de unos pocos.

lunes, 23 de mayo de 2016

El nacionalismo está de oferta

  
Durante las últimas semanas, muchos han sido los acontecimientos que han puesto de manifiesto la división ideológica que sufre nuestra sociedad. La visita de Otegi al Parlamento de Cataluña y la polémica por la exhibición de la estelada en la final de la Copa del Rey han logrado acentuar la brecha social que nunca llegó a cicatrizar del todo. Vemos pues cómo España se encuentra fragmentada a causa no ya de un sentimiento, sino de la excitación sensacionalista del mismo, ejercida por algunos de nuestros dirigentes de forma premeditada.

Arnaldo Otegi fue protagonista durante varios días en las redes sociales gracias a su frívola visita a las instituciones catalanas, donde determinados grupos políticos no dudaron ni un segundo en vitorear su presencia, mofándose explícitamente del dolor de las víctimas que se cobró la banda armada en la que estuvo integrado Otegi, delito por el cual fue condenado a prisión. Algunos personifican la paz en el propio cuerpo del terrorista admirándolo en actitud aduladora, en un onanismo ideológico que no parece conocer límite alguno. Arnaldo, cargando con decenas de muertos sobre sus espaldas que nunca gozarán de la libertad que él ahora saborea, se vende al mejor postor y decide adjudicarse una autoridad moral que no le corresponde para dar lecciones sobre paz y tolerancia a viva voz y, orgulloso de su hazaña, se adentra en las instituciones españolas disfrazándose de demócrata comprometido. Por fortuna, determinados grupos políticos decidieron plantar al ex-convicto que, exhibiendo una victoriosa e insolente media sonrisa en su rostro, saludó amablemente a una indiscreta y fascinada Forcadell. Pudimos presenciar cómo personalidades, cuyo deber es el de estar al servicio de la ciudadanía y del interés general, exacerbaban la fragmentación social con alevosía, metiendo el dedo en una úlcera difícilmente curable si la praxis es inadecuada. Ensañándose entonces con la sociedad española que durante tanto tiempo ha sufrido la oscuridad de ETA y con la colaboración de sus cómplices, Otegi hizo la pasada semana su primera incursión institucional repleta de sensacionalismo, dejando claro a los jueces que será candidato a Lehendakari importándole poco el hecho de estar inhabilitado legalmente para ejercer un cargo público. El nacionalismo catalán aplaude y respalda esa amenaza, y no me sorprende, pues si algo tienen que ver los independentistas radicales con Otegi y su banda, es la irrespetuosidad por la ley. Al apoyar explícitamente al terrorista, determinadas formaciones como Podemos o la CUP llevan a cabo una simbiosis perfecta con el espíritu de ETA, aquel que se sirve de medios ilícitos para lograr sus objetivos. Objetivos que no obedecen al interés general, sino más bien al de unos pocos, pero muy ruidosos y molestos.

Por otro lado, la polémica generada entorno a la prohibición de la estelada en la final de la Copa del Rey ha contribuido también a dar rédito electoral a aquellos a los que les conviene la existencia de una España fragmentada en lo ideológico más que en lo territorial. En una final deportiva en la cual la política no debería tener lugar, la confrontación se hizo más evidente que el propio partido con una insolente pitada al himno nacional que, afortunadamente, fue acallada por la afición del Sevilla. Un acto casi vandálico que no tenía otro objetivo que la paradoja de repudiar aquello por lo que se disputa el trofeo. La libertad del español orgulloso de su patria quedó pues en entredicho al permitirse semejante ultraje a todo aquello que nos une. Y todo consentido por una parte de nuestra clase política y azuzado por otra mucho más egoísta y rencorosa. Este tipo de actos quedan impunes, recordándome nítidamente cuando la periodista Empar Moliner quemó en directo un ejemplar de la Constitución amparándose posteriormente en ella, o a Gerardo Pisarello, concejal de Ada Colau, que ante la mirada aprobatoria de su alcaldesa, forcejeó con un edil de la oposición para retirar una bandera de España del balcón del Ayuntamiento de Barcelona. Al fin y al cabo, el doble juego del nacionalismo se basa en eso, abusar de la libertad de expresión que nos otorga el Estado, al que los independentistas tildan de represor, sin tener en cuenta ni un solo momento la libertad de la persona que tienen al lado. El nacionalismo, sin gozar de apoyos suficientes para ello, cree tener la potestad como para impregnar un deporte con su rancia ideología sin que nadie lo impida, ni siquiera los gobernantes que se las dan de demócratas pero a los que el sesgo ideológico les impide ser imparciales a la hora de valorar un atentado contra la libertad de expresión. Sin ir más lejos, Ada Colau tuiteó gloriosa su ausencia en la final de la Copa del Rey si finalmente se prohibían las esteladas, pues la alcaldesa consideraba un acto de tiranía la decisión del Gobierno. Sin embargo, Colau no tuvo tan en cuenta el principio básico de libertad cuando censuró un cartel artístico en el cual aparecía Morante de la Puebla allá por las fechas del Pilar. No le tembló el pulso a la hora de ejercer su voluntad sin tener en cuenta la del resto de los ciudadanos para los que, en teoría, gobierna de forma imparcial.
 
Nuestra sociedad se encuentra amenazada por aquellos que, sin motivo alguno, pretenden amansar los sentimientos para así evadir la responsabilidad que supone gobernar con seriedad y de forma consecuente. Otegi y las esteladas están de oferta en un mercado que cada vez atrae más a aquellos oportunistas que ningún interés tienen en una España unida.