viernes, 26 de agosto de 2016

Bildu pierde a su mono de feria

  
El pasado miércoles, la Junta Electoral de Guipúzcoa decidió que Arnaldo Otegi, aquel terrorista condenado en varias ocasiones, era inelegible como lehendakari y no podía entonces presentarse como candidato en las elecciones vascas del próximo 25-S por estar, como es lógico y normal, inhabilitado para ello. Aquello resultó ser una gran noticia para los que creemos en la libertad. Sin embargo, y como no podía ser de otro modo, la horda de violadores de la ley salieron al ruedo a valorar y juzgar moralmente esta decisión.

Según la ley, ese instrumento -tan extraño para algunos- que asegura las libertades individuales y colectivas, Otegi está inhabilitado para ser elegido en cualquier proceso electoral hasta el año 2021. Recordemos que el líder abertzale fue condenado nada menos que por intentar reflotar la ilegalizada batasuna bajo las órdenes de la banda armada a la cual perteneció. Una banda terrorista que ha matado a lo largo de su historia a centenares de personas inocentes. El terrorista salió de la cárcel en marzo de este mismo año, arropado por aquellos que creen que el fatal destino de las víctimas de ETA era más que merecido. Entre gritos de independencia, Otegi salía del penal de Logroño sin pudor ni vergüenza, con la cabeza bien alta, como si hubiera culminado la gran hazaña de su vida, y, entre vítores, era recibido por una muchedumbre que, tanto físicamente como en las redes sociales, manchaban el significado de paz ligándolo a su nombre cuando no era más que un vulgar terrorista.

La historia se repite hoy, cuando, manipulando como mejor saben, ciertos líderes políticos cuestionan la ley restando autoridad al Estado de Derecho, que debería estar de enhorabuena al recibir esta noticia.
Como de costumbre y haciendo de la política su particular tertulia del corazón, los líderes antisistema se adentran en un mar de réplicas e improperios dirigidos a la resolución de la Junta Electoral. Pablo Iglesias no tardó en incordiar pronunciando su sentencia personal de 140 caracteres y decidiendo por cuenta propia que debían ser los vascos y las vascas quienes decidieran a su representante en el Parlamento vasco. El líder de Podemos, que lleva desaparecido en combate desde las pasadas elecciones generales, parece hoy más preocupado por la candidatura ilegal de un terrorista que por el futuro Gobierno de su país. No sorprende en absoluto si echamos la mirada atrás y comprobamos que gran parte de la gestación política -o mejor dicho, del aborto político- de Iglesias y su partido tuvo lugar en las herriko tabernas. Lo mismo sucedió con Alberto Garzón, que no tardó en sumarse a la indecente denuncia de su ya líder supremo, y, tildando la decisión de la Junta Electoral de cacicada, se postuló contrario a la inhabilitación de Otegi. Es comprensible que ansíen incendiar a toda costa las redes sociales al ver que su protagonismo cae en picado sin ser la "casta" la culpable de ello, siendo la verdadera sociedad civil la que los pone en su sitio al encontrarse ahíta de sus salidas de tono y sus improperios hacia los que piensan diferente. Lo que no se entiende es cómo ciertos diputados se postulan asiduamente a favor de personas que vulneran la ley y la libertad de su tan querido pueblo. Podemos hablar de Cañamero, el jornalero matón, o de Alfon, ambos condenados por la justicia y para los que los líderes de la tercera fuerza política en nuestro país piden libertad e impunidad resaltando el falso sentimiento democrático que representan.
El Partido Socialista, haciendo alarde de su afinidad con la izquierda antisistema, decide acomplejadamente no entrar a valorar la resolución de la Junta Electoral, a excepción de Ximo Puig, que, siguiendo previsiblemente las órdenes de su domina Mónica Oltra, sí se manifestó contrario a dicha decisión dejando al PSOE una vez más en el subsuelo de la desvergüenza.

Por su parte, Arnaldo Otegi adopta hoy el papel de víctima apaleada y simula aceptar con resignación la resolución de la Junta Electoral. Nada más lejos de la realidad, pues desde que salió de la cárcel y como si de bolos de discoteca se tratase, el terrorista se ha ido paseando por las instituciones de su país, al que odia, concediendo entrevistas y poniendo en práctica su oxidada verborrea nacionalista, acompañado siempre por Bildu, el partido que decidió patentarlo y explotar su tosca imagen hasta la extenuación. Habiendo palpado con la punta de los dedos el cielo, Otegi hoy se queda sin su roñoso objetivo, por lo que el odio que siente hacia su país no hace otra cosa más que crecer.
Al apoyar explícitamente a Otegi, los nacionalistas, reconciliándose con su razón de ser, se posicionan en las antípodas de la democracia y a favor de lo que durante años mantuvo a nuestro país sumido en el terror y la violencia.
Según Otegi y los que lo piropean de manera incansable, son los vascos los que deben decidir sobre su futuro, siendo protagonistas únicamente los afines a sus malas artes, olvidando a aquellos a los que un día se les arrebató sin motivo alguno el derecho fundamental, que no es nada menos que la libertad y la vida.

Bildu pierde hoy a su mono de feria gracias a unas normas que, por mucho que algunos intenten hacer ver lo contrario, votamos todos. Sin embargo, hay quienes aún creen en la opresión y el castigo ideológico. Los que critican y menosprecian la ley que nos hace libres son los mismos que apoyan regímenes con normas restrictivas y totalitarias. Los demócratas debemos unirnos y rechazar a viva voz aquello que un día hirió de gravedad a España, y que hoy, por desgracia, quiere seguir oprimiéndola y matándola desde dentro.

Libertad, respeto y memoria.

jueves, 11 de agosto de 2016

Jaque

  
Seis condiciones ha puesto el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, encima de la mesa para comenzar un proceso de negociación con los populares de cara a la investidura de Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno. Seis sencillos puntos que, por cobardía o por simple egocentrismo, ningún otro líder político se había aventurado ni siquiera a esbozar hasta ahora. Seis componentes de una jugada maestra que deja a los naranjitos bien posicionados en el pistoletazo de salida de esta maratón política.

Es un hecho que el Partido Popular, le pese a quien le pese, ganó las elecciones el pasado 26-J con una holgada mayoría. España habló y lo hizo respaldada por el sistema democrático que parece no agradar demasiado a los que esputan constantemente sobre la verdadera sociedad civil, que, por lo que se ve, no adecua sus características al canon que tenían en mente aquellos que se creían sus representantes legítimos. Nuestros políticos debían entonces, muy a pesar de algunos, empezar a trabajar en base a unos resultados objetivos y sobre un Congreso de los Diputados fraccionado. Pulir y dar forma al Gobierno de un país con tan sustanciosa discrepancia no es ni mucho menos tarea fácil. Aquellos que dicen ser el altavoz de la gente, optaron entonces por el camino de la expectación perezosa desde el escaño de su bancada. Otros, los que en algunos lugares de España se pusieron en su día la cofia y el mandil para servir incondicionalmente a los populistas, deciden hoy ponerse una coraza metálica y rechazar cualquier posibilidad de acuerdo constructivo que incluya a los ganadores de los segundos comicios. Ninguno de los mencionados han decidido hasta ahora quitarse las anteojeras y ampliar sus miras para ver el mundo al completo y la diversidad de sus senderos.

Hace unos días, el portavoz del grupo Socialista en el Congreso, Antonio Hernando, afirmaba tajante en una rueda de prensa que su partido no indultará a Rajoy, ya que la corrupción existente en el seno del PP es demasiado importante como para perdonarla. Así, sin preliminares, Pedro Sánchez y los suyos utilizan de manera repetitiva y constante este argumento de cena de amiguetes para no dirigir la mirada hacia la opción más coherente y responsable. Resulta paradójico que los únicos que entienden que pactar con el PP supone legitimar su corrupción sean los que pertenecen al partido involucrado en el fraude más importante de la historia de nuestro país. Y por si fuera poco, se atribuyen injustificadamente y como de costumbre la autoridad moral para otorgar perdones. Recordemos que, a la hora de ser investida, Susana Díaz cargaba sobre sus espaldas los numerosos casos de corrupción del PSOE de Andalucía. Nadie la indultó, y sin embargo, en lugar de utilizar la chulería sensacionalista y vacía de contenido, lo que en aquel momento se hizo desde el grupo de Ciudadanos fue proponer un pacto que abriera camino a la regeneración política -o el comienzo de la misma- en Andalucía y que incrementara la lucha activa contra la corrupción. Los socialistas entonces, dando saltos de alegría, miraron a Ciudadanos con unos dóciles y confiados ojos que hoy parecen haberse cegado.
Si Sánchez quisiera realmente acabar con la corrupción en nuestro país, además de empezar por combatir la de su partido, debería obligar, de la manera que otros lo hacen, a que el resto de los partidos liquidasen la suya. Pero eso se logra con el diálogo, tarea mucho más ardua que el ejercicio del simple veto. Sorprende también que el PSOE, habiendo firmado en la anterior legislatura esos mismos puntos y llevándolos en el pacto con Ciudadanos, se niegue a formar parte de la negociación. ¿Qué les habrá llevado pues a cambiar hoy de opinión? ¿Con cuál de las seis medidas no están de acuerdo los socialistas? Quizá su única discrepancia sea la previsible falta de protagonismo de Sánchez.

Desde Ciudadanos han dado un paso al frente, gesto muy loable visto el panorama actual. Los de Rivera han anunciado alto y claro unas condiciones que ningún partido que añore un futuro debería rechazar. La eliminación de los aforamientos o la reforma de la ley electoral son algunos de los puntos que tendrán que aceptar los populares para comenzar las negociaciones de cara a la investidura de su líder. Recordemos que Rajoy se ha mostrado siempre abierto a adoptar medidas cuyo objetivo sea endurecer la lucha contra esa lacra corrupta que por desgracia hoy abunda en nuestra sociedad. El PP tiene entonces, si las circunstancias y sus dirigentes que van a votar esa propuesta lo permiten, la oportunidad de demostrar su compromiso con la regeneración política. No se entendería que Rajoy, que tanto añora un Gobierno estable, declinase esa oferta, y, en lugar de dar un paso al frente, retrocediese abocándonos a unas terceras elecciones. Confiemos en el sentido de Estado y la responsabilidad de los populares y pidamos un poco de cordura al PSOE para que dejen de ejercer ese pueril e injustificado bloqueo. Pidamos al PSOE la sencilla misión de pensar en España.

Con este envite, Rivera pone contra las cuerdas al PP, que se verá obligado a firmar, y al PSOE, que si no lo hace seguirá cayendo en picado hasta marchitar la rosa que Sánchez y compañía sostienen con el puño vigorosamente cerrado a causa de un falso idealismo propio de tiempos pasados. Es momento de cesión y de pactos. Es tiempo de regenerar no solo la política, sino también esa mentalidad que algunos parecen tener anclada en otra época. Es tiempo de negociación, y Ciudadanos ha dado el primer paso poniendo en jaque al resto de los partidos políticos. Solo se salvará el que sepa adaptarse a esta nueva era.