martes, 6 de diciembre de 2016

La receta feminista

  
Se presentan tiempos oscuros para la identidad. En una sociedad globalizada y en gran parte frustrada por no conseguir la consonancia ideológica, nos encontramos con aquellos díscolos morales cuyo único objetivo es embriagar de incertidumbre a la sociedad civil con ese sentimiento de vacío para así poder erradicar lo que nos hace libres: nosotros mismos y nuestros valores. Y para ello emplean estrategias seductoras a la par que manipuladoras de lo más estudiadas para, simulando una actitud dócil, despojar al pueblo de su libertad.
 
Muchas han sido las voces que en los últimos días han exigido la dimisión del alcalde de Alcorcón, David Pérez, por sus palabras acerca del colectivo feminista. Palabras que, tal y como aseguró el propio alcalde, no fueron correctamente interpretadas por la sociedad civil a la que, según algunos, parecen haber indignado. Pero lo cierto es que esas declaraciones no distan mucho de la realidad que rodea a los mal llamados feministas.

Durante los últimos años, hemos asistido a una descrédito del feminismo por la propia actitud de quienes se dicen defensores del mismo mientras arrasan aquello por lo que tantas mujeres lucharon y dieron la vida durante décadas. Con cada acto que llevan a cabo, las actuales feministas pecan de una hipocresía superlativa, ya que, en un país libre como el nuestro, su mayor labor se basa en asaltar instituciones y manifestarse de manera violenta en pos de la opresión que ansían ejercer sobre la sociedad. Y por si fuera poco, desde las propias instituciones mancilladas por la incultura de este colectivo, existen políticos y figuras públicas que apoyan con sinceridad esos desvaríos mientras pronuncian discursos libertarios.
A los líderes de la izquierda radical no les agrada en absoluto que exista algo que no esté bajo su control, y por ello animan a imponer la tiranía del cuestionable movimiento feminista, para así seguir desplegando sin esfuerzo la alfombra roja que les llevará al dominio de todo ser que habite en España.

Las niñas de papá que alardean de ser las más populares del insti por desnudarse frente a una sociedad que las soporta con tedio, se encuentran también en el convencimiento de que un pene occidental es un arma de destrucción masiva. Sin embargo, esa insípida reflexión no se extiende a lo largo de toda la geografía, pues callan ante la represión de la mujer en los países sumidos en dictaduras islámicas donde se lapida a aquella que sea acusada de adulterio. Los progresistas de mercadillo miran también hacia otro lado cuando apoyan a regímenes machistas y homófobos como el de Fidel Castro, dictador que lanzó a homosexuales a la más absoluta de las miserias. Luego celebran su happy hour particular, acudiendo a una mani y amenazando de muerte a un hombre libre que ha dado su opinión acerca de un colectivo particular que no representa ni representará jamás a la mujer libre. Y al no aplaudir esas incoherencias, una mujer parece no tener derecho a serlo, y un hombre pasa automáticamente al mismo paredón donde se fusila, con dialéctica chabacana, a violadores y opresores.

Si hay algo que nos torna confusos acerca de la veracidad moral del sentimiento feminista, son las incongruencias que algunos ya ni siquiera se esfuerzan por disimular. Mientras David Pérez sufre en sus carnes el odio -o más bien la frustración- de una minoría social molesta, Pablo Iglesias puede permitirse el lujo de decir que azotaría a una presentadora de televisión hasta que sangrase sin que nadie le recrimine sus palabras. Los principios morales de la izquierda quedan reducidos a cenizas cuando, callando como oprimidas, las mujeres de su partido deciden no castigar con la misma firmeza las palabras de su líder y las de su adversario. Aceptan las vejaciones a su género siempre y cuando provengan del bendito manantial que sostiene sus modestas y mediocres carreras, aceptando automáticamente quedar relegadas a un segundo plano no solo en su partido, sino también en el seno de una sociedad que acabará repudiándolas por llevar una lucha falta de principios.

Gracias a muchos hombres y mujeres que lucharon con coraje, ese modelo de "señora de" encerrada en la cocina desapareció, y hoy la mujer puede ser lo que quiera ser, pues goza de la libertad que merece. Pero ese pensamiento retrógrado vuelve peligrosamente de la mano de mujeres que se dicen abanderadas de la libertad, pero que realmente lo único que quieren es volver a diseñar un canon femenino al que ninguna mujer podrá renunciar si no quiere ser tachada de machista cómplice de su propia desgracia. El verdadero feminismo consiguió en su día grandes hazañas, no dejemos que el fanatismo les ponga fecha de caducidad.