viernes, 27 de enero de 2017

El brote psicótico de Santi Vidal

“Tenim les vostres dades de manera il·legal”. Con esta frase pronunciada por el juez y ahora senador de ERC Santiago Vidal, abre el diario El País una noticia. En un ciclo de conferencias organizadas por Esquerra, donde se explicaba cómo se está gestando y cómo será la utópica república catalana, el representante de ERC ha dejado entrever que el golpe mortal que algunos pretenden dar a nuestra Constitución está más cerca de lo que el resto de España piensa. 

Son demasiadas las amenazas que, por parte del colectivo rupturista, recaen continuamente sobre la sociedad civil poniendo en entredicho nuestra libertad. Los delirios de Puigdemont, Mas, Junqueras y otros recaderos absolutistas del nacionalismo, han terminado por materializarse en actos y hechos que, de ser ciertos, supondrían el inicio del fin de nuestra democracia. No habrá un desenlace alternativo para España si el Gobierno no actúa y continúa extraviado por la senda del estatismo, negociando y reuniéndose con los que, según Vidal, han conseguido recabar los datos fiscales de todos los catalanes de manera completamente ilegal. Esos amagos golpistas han cuajado, conformando una masa pastosa e inapetente de cegados ignorantes que no son capaces de vislumbrar la gravedad de la situación que tienen delante. Me refiero por supuesto a los miembros de nuestro Gobierno, que no han sabido -o no han querido- reaccionar con contundencia ante el desafío separatista. Mientras Sáenz de Santamaría se reunía con Junqueras y ambos hacían alarde de una sintonía política inusual e hipócrita, los súbditos del “pruces” se encargaban de gangrenar demagógicamente nuestra democracia, gestando y ejecutando sus planes xenófobos e intolerantes. Era de esperar, pues la única muestra de sinceridad que ha dado el Gobierno de la Generalitat hasta la fecha, ha sido su intencionalidad de ignorar y hostigar la libertad y los derechos del resto de los españoles. 

Para Puigdemont y compañía no ha debido ser difícil trazar una hoja de ruta al margen de la legalidad, accediendo a información clasificada, tanto de los catalanes que les votaron como de los que no, pues, como hemos podido ver durante años, la canallada del golpismo ha sido aupada y consentida por una larga lista de dirigentes políticos. Podríamos enumerar, dando los nombres y apellidos de esos permisivos dirigentes, empezando por los del Partido Popular, que sigue creyendo encabezar la lucha contra el nacionalismo, y, pasando por los desorientados socialistas, terminaríamos esta lista de cómplices separatistas con los comunistas del “todo vale” liderados por Pablo Iglesias, ese engendro político que nos ha demostrado en numerosas ocasiones que por un voto vende hasta sus impúdicos principios marxistas. 

El folclore separatista lleva años desangrando descaradamente nuestros valores democráticos. Su discurso caduco y hostil ha taladrado hasta tal punto los oídos de la sociedad civil que, al final, la gran mayoría de la misma ha acabado normalizando una situación que nada tiene de ordinaria. Los separatistas siempre han estado ahí al fin y al cabo, en su rincón, intentando llamar la atención de las altas esferas de la comunidad internacional y cosechando estrepitosos fracasos. El último fiasco, sin ir más lejos, fue la conferencia de Puigdemont en Bruselas, a la que la mayoría de eurodiputados decidieron no asistir, quizá porque lo único soberano que habitaba la sala era la pereza que suscitaban los asistentes a la charla. Esa fue una de las numerosas incursiones quijotescas que el President, siempre acompañado de su Sancho Panza, Oriol Junqueras, protagonizan cada cierto tiempo, perdiendo el contacto con la realidad que les rodea. 

Mis sentimientos se encuentran ahora enfrentados. Basándome en los precedentes de la corrupta y enajenada casta separatista, no sé si debo mostrar mi preocupación por las palabras de Santiago Vidal, o, si por el contrario, debo soltar una carcajada manchada de penumbra por un hombre que, sin quererlo, ha perdido toda capacidad propioceptiva y se ve a sí mismo dueño y señor de un poder que ansía pero no controla. 

Hoy tocamos con la punta de los dedos lo que a muchos les parecía una fanfarronería quimérica. Asistimos al inicio de nuevos tiempos que podrán culminar con las cenizas de nuestra democracia o con el fortalecimiento de una sociedad libre y fraternal. Mientras sigamos permitiendo la permanencia en las instituciones de políticos como Santiago Vidal, que aseguran de manera explícita ser cómplices de un delito, nuestros valores seguirán enquistados a merced de unos pocos y bajo la amenaza constante del totalitarismo. 
Nuestra clase política es el reflejo de nuestra sociedad, que pide a gritos que la ley impere por encima de todo. Esa petición ha de ser la que arme de valor de una vez por todas a nuestros representantes para, con decisión, defender el interés general. 


Mientras sigamos escondidos, otros nos buscarán para someternos. Un pueblo subyugado es un pueblo atemorizado. No dejemos que el miedo destruya lo que otros levantaron con valentía y esfuerzo. 

lunes, 2 de enero de 2017

La Europa del miedo

Amargura en este comienzo de año. Durante la madrugada del 1 de enero de 2017, un atentado terrorista se cobró la vida de al menos 39 personas en una conocida discoteca de Estambul, todo ello a pesar de que Turquía había adoptado unas excepcionales medidas de seguridad de cara a estas fechas. Turquía ha cerrado así un año ensombrecido por atentados que, sin lugar a dudas, pasarán una costosa factura al futuro económico y social del país. Mientras, en Europa, intentamos protegernos frente a esta barbarie de una forma pasiva e hipócrita.

Occidente no sufre ya una amenaza. Nuestra sociedad y nuestros valores se encuentran heridos de gravedad y están desangrándose poco a poco a causa de la vivificación de lo que, hasta hace relativamente poco tiempo, a algunos les parecía un incordio residual. Nuestra incultura nos torna ciegos. Así, como borregos, portamos pancartas por la paz y parimos de forma dantesca pusilánimes hastags, adentrándonos inconscientemente en un escenario del que difícilmente podremos escapar. Sorprende ver cómo las capitales europeas se han blindado durante estas fiestas para evitar masacres como las que acontecen cada cierto tiempo en el seno de nuestra civilización. En Colonia, sin ir más lejos, la presencia policial y el miedo han conseguido evaporar una de sus fiestas más populares, y la ciudad ha recibido el nuevo año con menos libertad y más pánico. Y todo ello para que no se repitiera la catástrofe de la pasada Nochevieja, en la cual cientos de personas denunciaron que habían sido víctimas de agresiones sexuales y robos, muchos de los cuales habían sido perpetrados por refugiados. Así, para evitar la mala prensa, las grandes ciudades de Europa decidieron protegerse con el fin de no ser atacadas de nuevo. Sin embargo, proteger nuestra sociedad no significa defender su cultura y sus valores. 

Lo que parece no entender esta sociedad cada vez más idiotizada por el sectario bombardeo mediático progresista, es que la fraudulenta protección que dicen ejercer nuestros mansos Gobiernos lleva implícita la colocación de una discreta mordaza sobre un pueblo cada vez más cebado ideológicamente por ese mantra que, insistente, repite eso de "Refugees welcome”, impidiéndole así hacer un análisis sobre la relación que pueda existir entre la masificada acogida de refugiados y el incremento del terrorismo en Occidente. 

Quizá todo esto solo se trate de una ceguera selectiva fomentada por los que vislumbran claramente la realidad pero prefieren ocultarla con el fin de mostrar al mundo una excéntrica y distante imagen de solidaridad, que, en la proximidad, desprende el característico hedor pútrido a poder corrompido. Desgraciadamente, las televisiones afines esa hipocresía introducen en sus programaciones horas y horas de análisis político superficial pero bien expresado por los que saben ganarse a la audiencia y a las redes con sensuales lemas populistas. El contacto estrecho y realista con la verdadera problemática se pierde cuando estos individuos, amantes de regímenes xenófobos y racistas, copan la parrilla televisiva al completo para desvirtuar sus propias convicciones. Animales mediáticos que no dudan en tachar de racista a alguien por expresar su legítima opinión, mandándolo al desagüe infecto de las redes sociales organizadas. 

El problema que conlleva la transgresión mediática de ciertos personajes públicos no es únicamente el sesgo ideológico que introducen en la mente de la sociedad civil, sino que, además de violar nuestra identidad, amedrentan a ciertos mandatarios cuyo mayor temor es la opinión pública. Fruto de esa cobardía, nace pues la deserción ideológica de quienes fueron elegidos en función de sus valores para velar por el interés de su patria.
Pero los políticos españoles no son los únicos que se han arrodillado frente al esperpento de la nueva casta progresista. En los países más importantes de la Unión Europea es evidente la continua subida que experimentan los partidos rupturistas, pues muchos ven a Europa como una amalgama de Estados vacía de contenido político que ha fracasado en entendimiento y cinética sincronizada.

Remarcar que ISIS ha reivindicado la autoría de la masacre de Estambul. Una más de una cuantiosa lista. Existen políticos y ciudadanos que, con un pensamiento simplista y abotargado, siguen sentenciando con suma ignorancia a los países que combaten el fundamentalismo. Defienden de manera incoherente a estos grupos, que consideran a la mujer como un deshecho social, mientras canturrean a favor de la supuesta libertad de la que despojan a Cristina Pedroche cuando aparece en antena vestida como a ella le place. 

Europa nació como un gran proyecto que merece ser remodelado en profundidad para no acabar, por nuestra propia tozudez, perdiendo todo por lo que lucharon durante siglos nuestros antepasados. Nuestra libertad no deja de ser nuestro mayor tesoro; no dejemos que nos arrebaten la palabra y la enorme suerte de vivir según nuestras propias convicciones. 

domingo, 1 de enero de 2017

Tercera vez

  
Llegó el 2017, y con él las Campanadas, las uvas, el cava y, cómo no, el vestido de Cristina Pedroche. Por tercer año consecutivo, la comunidad tuitera, poseedora como siempre de toda supremacía moral, vertía miles de comentarios ofensivos refiriéndose al atuendo que portó ayer la presentadora de las Campanadas de Antena 3. Resulta curioso que esos haters de la libertad pasen de sermonear de manera soporífera sus autoritarias leyes feministas, a expandir mediante sus comentarios un sentimiento machista hace ya tiempo olvidado por la mayor parte de la sociedad civil.

Cristina Pedroche lució ayer, como de costumbre, un vestido peculiar que dio que hablar en todos los hogares españoles que sintonizaron Antena 3, aunque solo fuera para ver el modelo que portaba la colaboradora de televisión. Ayer, la presentadora no solo fue la libre mujer que vistió un vestido que se salía de los hipócritas cánones feministas, sino que también pudimos comprobar que es la persona satisfecha que ha ejercido la libertad de la que solo ella se ha hecho plena merecedora con sus actos.

En la sociedad en la que vivimos, donde el primer día del año ha muerto una mujer a causa de la violencia de género, resulta paradójico que la voluntad de una mujer libre se vea menoscabada y ensartada por críticas destructivas y sin fundamento alguno. Aquellos que, haciendo un llamamiento al feminismo, la repudiaron, se sentían en realidad frustrados por no ser dueños de su cuerpo y de su mente. Sin embargo, necesitaban un pretexto que les permitiera descargar su ira sin hacerlo directamente sobre la popular presentadora. Recurrieron pues a su monótona regurgitación de bilis hacia las grandes empresas pese a que ayer, con la ayuda de un Gintonic bien cargado, podrían haber brotado comentarios algo más ingeniosos. Acusando a la empresa audiovisual de obligar a la presentadora a vestir de ese modo, hablan de una falta de escrúpulos y de la cosificación de la mujer sin ni siquiera pararse a pensar ni por un momento que Cristina Pedroche decidiera voluntariamente cuál sería el modelo que iba a lucir.

Algunos han decidido ser más sutiles, y, criticando a los medios de comunicación que, con sus crónicas, describen cada año los vestidos de las diferentes presentadoras de una noche de gala, delatan sus deseos de acabar con la libertad de prensa mientras dicen lo contrario, vertiendo toscos juicios de valor sobre cómo hemos de seguir como borregos una determinada norma que a ellos les gustaría imponer a la fuerza. Se preguntan con tono voluptuoso por qué el atuendo masculino no copa los titulares de la prensa del primer día del año, pero, si nos retrotraemos a la Nochevieja de 2015, podemos recordar cómo Pelayo Díaz, cuando presentó junto a sus compañeras de Cámbiame las Campanadas de Telecinco, monopolizó gran parte de la prensa y de las redes sociales. Hizo su aparición vestido únicamente con ropa interior de color rojo, y se convirtió en trending topic igual que Cristina Pedroche y muchos otros personajes públicos que deciden saltarse unas supuestas directrices sociales para así expresar su absoluta libertad. Lo surrealista es, aunque suene disparatado, que toda esta polémica está generada por la comunidad que se dice defensora de los derechos y las libertades de la mujer. Todo este circo está gestado por aquellos que utilizan con mezquinos fines lucrativos el hastag #NiUnaMenos cada vez que la violencia de género vuelve a ensombrecer nuestros días.

Algunos políticos critican la repercusión de este tipo de emisiones nada menos que por la inquina que les genera todo lo que escape a su dominio moral. Son los mismos que en su día orquestaron la primera aparición televisiva del hijo de Carolina Bescansa al milímetro. Así mostrarían a toda España lo importante que es la conciliación familiar, siempre y cuando se tenga a una niñera detrás para que cuide del niño cuando el conato de demagogia acabe, por supuesto.

El año 2017 ha empezado con un sabor amargo a causa del trágico suceso de una víctima más de la violencia de género. No hemos de dejar que la opresión se instaure en nuestra sociedad. El rechazo a la violencia se manifiesta desde todos los ámbitos y de muchas maneras, siempre manteniendo la unión para generar eficacia. Lo que hemos vivido por tercer año consecutivo, es contraproducente. No busquemos pues a los culpables de un suceso que ni siquiera ha existido, pues Cristina Pedroche no fue ni presionada ni engañada para lucir ese vestido. No coincido ideológicamente con Cristina Pedroche, pero ayer "pecó" -según dicen algunos feministas de salón- de ser una mujer libre. Y eso fue, una mujer libre. Nada que decir.