lunes, 23 de mayo de 2016

El nacionalismo está de oferta

  
Durante las últimas semanas, muchos han sido los acontecimientos que han puesto de manifiesto la división ideológica que sufre nuestra sociedad. La visita de Otegi al Parlamento de Cataluña y la polémica por la exhibición de la estelada en la final de la Copa del Rey han logrado acentuar la brecha social que nunca llegó a cicatrizar del todo. Vemos pues cómo España se encuentra fragmentada a causa no ya de un sentimiento, sino de la excitación sensacionalista del mismo, ejercida por algunos de nuestros dirigentes de forma premeditada.

Arnaldo Otegi fue protagonista durante varios días en las redes sociales gracias a su frívola visita a las instituciones catalanas, donde determinados grupos políticos no dudaron ni un segundo en vitorear su presencia, mofándose explícitamente del dolor de las víctimas que se cobró la banda armada en la que estuvo integrado Otegi, delito por el cual fue condenado a prisión. Algunos personifican la paz en el propio cuerpo del terrorista admirándolo en actitud aduladora, en un onanismo ideológico que no parece conocer límite alguno. Arnaldo, cargando con decenas de muertos sobre sus espaldas que nunca gozarán de la libertad que él ahora saborea, se vende al mejor postor y decide adjudicarse una autoridad moral que no le corresponde para dar lecciones sobre paz y tolerancia a viva voz y, orgulloso de su hazaña, se adentra en las instituciones españolas disfrazándose de demócrata comprometido. Por fortuna, determinados grupos políticos decidieron plantar al ex-convicto que, exhibiendo una victoriosa e insolente media sonrisa en su rostro, saludó amablemente a una indiscreta y fascinada Forcadell. Pudimos presenciar cómo personalidades, cuyo deber es el de estar al servicio de la ciudadanía y del interés general, exacerbaban la fragmentación social con alevosía, metiendo el dedo en una úlcera difícilmente curable si la praxis es inadecuada. Ensañándose entonces con la sociedad española que durante tanto tiempo ha sufrido la oscuridad de ETA y con la colaboración de sus cómplices, Otegi hizo la pasada semana su primera incursión institucional repleta de sensacionalismo, dejando claro a los jueces que será candidato a Lehendakari importándole poco el hecho de estar inhabilitado legalmente para ejercer un cargo público. El nacionalismo catalán aplaude y respalda esa amenaza, y no me sorprende, pues si algo tienen que ver los independentistas radicales con Otegi y su banda, es la irrespetuosidad por la ley. Al apoyar explícitamente al terrorista, determinadas formaciones como Podemos o la CUP llevan a cabo una simbiosis perfecta con el espíritu de ETA, aquel que se sirve de medios ilícitos para lograr sus objetivos. Objetivos que no obedecen al interés general, sino más bien al de unos pocos, pero muy ruidosos y molestos.

Por otro lado, la polémica generada entorno a la prohibición de la estelada en la final de la Copa del Rey ha contribuido también a dar rédito electoral a aquellos a los que les conviene la existencia de una España fragmentada en lo ideológico más que en lo territorial. En una final deportiva en la cual la política no debería tener lugar, la confrontación se hizo más evidente que el propio partido con una insolente pitada al himno nacional que, afortunadamente, fue acallada por la afición del Sevilla. Un acto casi vandálico que no tenía otro objetivo que la paradoja de repudiar aquello por lo que se disputa el trofeo. La libertad del español orgulloso de su patria quedó pues en entredicho al permitirse semejante ultraje a todo aquello que nos une. Y todo consentido por una parte de nuestra clase política y azuzado por otra mucho más egoísta y rencorosa. Este tipo de actos quedan impunes, recordándome nítidamente cuando la periodista Empar Moliner quemó en directo un ejemplar de la Constitución amparándose posteriormente en ella, o a Gerardo Pisarello, concejal de Ada Colau, que ante la mirada aprobatoria de su alcaldesa, forcejeó con un edil de la oposición para retirar una bandera de España del balcón del Ayuntamiento de Barcelona. Al fin y al cabo, el doble juego del nacionalismo se basa en eso, abusar de la libertad de expresión que nos otorga el Estado, al que los independentistas tildan de represor, sin tener en cuenta ni un solo momento la libertad de la persona que tienen al lado. El nacionalismo, sin gozar de apoyos suficientes para ello, cree tener la potestad como para impregnar un deporte con su rancia ideología sin que nadie lo impida, ni siquiera los gobernantes que se las dan de demócratas pero a los que el sesgo ideológico les impide ser imparciales a la hora de valorar un atentado contra la libertad de expresión. Sin ir más lejos, Ada Colau tuiteó gloriosa su ausencia en la final de la Copa del Rey si finalmente se prohibían las esteladas, pues la alcaldesa consideraba un acto de tiranía la decisión del Gobierno. Sin embargo, Colau no tuvo tan en cuenta el principio básico de libertad cuando censuró un cartel artístico en el cual aparecía Morante de la Puebla allá por las fechas del Pilar. No le tembló el pulso a la hora de ejercer su voluntad sin tener en cuenta la del resto de los ciudadanos para los que, en teoría, gobierna de forma imparcial.
 
Nuestra sociedad se encuentra amenazada por aquellos que, sin motivo alguno, pretenden amansar los sentimientos para así evadir la responsabilidad que supone gobernar con seriedad y de forma consecuente. Otegi y las esteladas están de oferta en un mercado que cada vez atrae más a aquellos oportunistas que ningún interés tienen en una España unida.

lunes, 16 de mayo de 2016

Guillermo Díaz

  
Málaga está de enhorabuena. De cara a los nuevos comicios, Ciudadanos ha decidido fichar como número dos por Málaga al Congreso al que será, sin ninguna duda, un excelente representante de todos los malagueños. Una mente cultivada poco a poco y con esmero gracias a la experiencia vital, el trabajo y el esfuerzo constante. Una mente capaz de ver la esencia de las personas, extrayendo e interiorizando al milímetro lo que merece la pena. Una persona cabal, pero ante todo, un amigo.

Guillermo Díaz
Recuerdo a la perfección la primera vez que coincidí con Guillermo Díaz. Fue en un cálido febrero inmerso en una Málaga primaveral que invitaba a disfrutar del sol y del mar. En ese apetecible mediodía apareció una persona de la que me habían hablado de manera muy positiva, posicionada detrás de los focos de la política pero que trabajaba duro pese a que su voz no se escuchara en los medios. Al presentarme, noté cómo mi nombre no le importaba tanto como el exhaustivo análisis visual y acústico que hacía de mi persona. Aquello me incomodó, pues soy reservado y a priori no me gusta toparme con una psique tan observadora. Pero conforme transcurría el día, Guillermo se apoderaba de mi atención y fascinación, pues a mi corta edad nunca había podido gozar en directo de un discurso tan brillante y certero como el suyo. Fue entonces cuando comprendí que Díaz -Guillermo, no Susana- era una de las personas que mejor podían representarme en las instituciones. Decidí profundizar mi relación con él para cerciorarme de que Guillermo era el prototipo de político que necesitaba nuestro país y que, por desgracia, no abunda en las instituciones. Y no sólo no me equivocaba, sino que cada día veía más necesaria su implicación directa en la primera línea de la política. Su plática y su pensamiento se encontraban impregnados de pragmatismo y sensatez, cualidades que en los tiempos que corren han de permanecer más vigentes que nunca en nuestra clase política.

Muchos hablan de que Ciudadanos no ha respetado las primarias que se celebraron el pasado año, y esto no es así. El número dos de Ciudadanos Málaga renunció, una vez disueltas las Cortes, a repetir en las listas de cara a las elecciones del próximo 26-J. En este caso, el partido designa a las personas que ellos creen que puede desempeñar mejor el cargo. La meritocracia queda entonces en buen lugar en el seno de la formación en Málaga, pues para mi gusto, nadie merece más ir en las listas que Guillermo Díaz, pues su trabajo y su currículum en el partido así lo acreditan. Además de ser un gran orador, su cercanía con la afiliación siempre ha sido uno de sus puntos fuertes, asistiendo a todas las reuniones y dando la cara de la manera pertinente en la medida en la que su cargo de Secretario de Acción Política lo exigía.

Dentro de mi pensamiento egoísta, solo me queda brindar todo mi apoyo a un excelente amigo que, si todo va bien y las urnas así lo deciden, se convertirá en un gran político y desempeñará su función de la manera más honesta posible, siendo siempre leal a su país y a sus principios. Y digo egoísta porque pocas cosas colmarían más mi satisfacción personal que ver cómo la política española adquiere un ápice más de categoría con la llegada de Guillermo Díaz.

Espero ver pronto cómo tu discurso impregna los oídos de los españoles que, como yo, hastiados de la burda palabrería de siempre buscan ansiosos poder depositar su confianza en una opción política de calidad.
No te deseo suerte, pues sumando valentía, coraje y buena praxis, la suerte queda en un segundo plano. Solo el que se rinde está derrotado.

martes, 10 de mayo de 2016

Matrimonio de conveniencia

 
Podemos e Izquierda Unida alcanzaron el pasado lunes un acuerdo para presentarse en coalición a las elecciones generales que se celebrarán el próximo 26 de junio. Bajo el propagandístico nombre de Unidos Sí Se Puede, Podemos fagocita a la desesperada Izquierda Unida. Con el mismo discurso de siempre, pretenden hacer ver a los españoles que el pacto ha sido ideado con el fin de convertirse en una vía común que pueda canalizar el voto de las "mayorías sociales". Sin embargo, la confluencia perseguía, desde el principio, otros fines mucho más egoístas por parte de ambas formaciones.

Iglesias sabe que el 20-D su partido tocó techo. Esos poco más de cinco millones de votos no iban a crecer, al contrario, menguarían en el caso de repetirse los comicios, pues los errores poselectorales de Pablo no iban a caer ni mucho menos en el olvido, y, con total seguridad pasarían factura. La falta de colaboración en la elaboración de un pacto de Gobierno sumada a los desvaríos que salían de la boca de Iglesias día tras día en el Congreso y en los medios de comunicación dibujaban un escenario muy desolador para el líder de la formación, con una importante fuga de votos si Podemos repetía el 26-J tal y como se presentó a las elecciones de diciembre. El ansia de poder de Iglesias le ha empujado a no permanecer estático, pues así nunca lograría su principal objetivo de satisfacer su deseo erótico de ser la dominatrix de Pedro Sánchez, ejecutando ese idolatrado 'sorpasso' al Partido Socialista para así convertirse en la principal fuerza de la oposición, hundiendo entonces definitivamente a Sánchez y a su formación, porque por mucho que lo repita, su objetivo nunca fue acabar con el PP, sino con el PSOE. Sin embargo, Pablo Iglesias sabía que no lo conseguiría solo, y que en Izquierda Unida podía tener un aliado, pero también un enemigo si todos aquellos votos descontentos con Iglesias y su gestión de los resultados decidían volver a depositar su confianza en Garzón. El temor a perder lo conseguido empujó pues a Podemos a explorar una nueva vía para perpetuarse como la ficticia fuerza del cambio. Esa búsqueda desembocó en Alberto Garzón y su partido, que, tras los desastrosos resultados de diciembre, tomaron consciencia del peligro que supondría para ellos unos nuevos comicios, en los cuales Izquierda Unida desaparecería definitivamente. Iglesias, aprovechando la tesitura, decidió proponer una mal llamada confluencia popular para absorber ese casi millón de votos, que, en unos últimos coletazos de idealismo, el votante de izquierdas otorgó a IU.

Por otro lado, Alberto Garzón necesita la coalición como agua de mayo, pues con una deuda millonaria a sus espaldas, Izquierda Unida no puede afrontar unas nuevas elecciones, y por ende no puede tratar de convencer a los españoles para que voten nuevamente a la izquierda caduca que nunca en su historia ha conseguido su principal propósito de desbancar al PSOE. Para Garzón y los suyos, ese objetivo carece ya de realismo y por tanto de prioridad, y lo primordial pasa a ser la conservación de su patrimonio político, asegurando la perpetuidad de sus cómodos sillones, preocupándoles entonces más el fin que los medios. Todos estos años de izquierda inmovilista y acomodada han llegado a su fin, y su verdadera moral se deja entrever tras el montaje de Jon Snow con el que Garzón se quiere vender como lo que nunca consiguió ser: un luchador y férreo defensor de sus ideas. Las negociaciones no giraron alrededor de la política social que tanto mencionan en sus discursos, sino que la principal exigencia de los de Garzón resultó ser el reparto del pastel electoral. Así es, el líder de Izquierda Unida pidió a Podemos una sexta parte de los diputados que se lograran extraer del voto de los españoles el 26-J, quedando una vez más la emergencia social de la que son gestores en un segundo plano.

La democracia interna tampoco parece ser el punto fuerte de esta coalición. El reparto de puestos en las listas de Unidos Sí Se Puede ha sido decidido por la directiva de ambas formaciones, sin el ejercicio democrático de unas elecciones primarias, en las que tengan por seguro que ganaría Garzón. Pablo Iglesias tuvo, a la hora de negociar, la suficiente perspicacia como para repartir a dedo lo que nadie había elegido, otorgando al líder de IU el puesto número cinco en las listas por Madrid, decisión que su nuevo aliado no debe cuestionar si no quiere que se rompa el pacto y caer así en el olvido. Vemos pues, cómo a Alberto Garzón no parece importarle tanto la carencia democrática de su ya compañero de partido. Ni a él ni a sus bases, que no han dicho ni una sola palabra al respecto. Tampoco parece ser de enjundia la supuesta financiación por parte del chavismo a Pablo Iglesias, que, según publicó Okdiario, suman más de 270.000$ ingresados en un paraíso fiscal a nombre del líder de la formación morada. La horda tuitera afín a Iglesias y los nuevos socios electorales de Podemos se limitan a dar crédito a lo que dice su líder, que, obviamente desmiente las informaciones amenazando con una querella a Eduardo Inda, sin otorgar el beneficio de la duda y pensar por un momento que la corruptela de Podemos puede ser una realidad. Lo curioso es que Iglesias no tome medidas judiciales contra el Presidente de la Asamblea de Venezuela, que también confirmó vía Twitter el supuesto pago.

Podemos ha hecho de su competidor su fiel aliado, que le reportará un buen puñado de votos si las previsiones son correctas, convirtiendo así a Iglesias en líder de la oposición. Aliado al que no se le permite discutir las decisiones tomadas por su jefe, y que se tendrá que conformar con las suculentas migajas de poder que llevaba tanto tiempo sin degustar. Aliado que se ha vendido por una limosna, y al que tarde o temprano, la ambición le traerá las pertinentes consecuencias.