lunes, 11 de abril de 2016

¿Tienes criterio propio? ¡Fascista!

 "Si se pudiera razonar con gente religiosa, no habría gente religiosa". Esta frase de mi tan idolatrado doctor House, aquel médico ficticio que sacó a relucir mi vocación por esta ciencia, ilustra perfectamente lo que desde hace tiempo vengo constatando en el ámbito político. La cita me vino a la mente ni más ni menos que ayer, un domingo cualquiera en el cual, durante una de mis visitas a Twitter, veo que José Sacristán es devenido Trending Topic a causa de una entrevista que concedió a la revista Papel, en la cual criticó duramente la gestión de los actuales dirigentes de la izquierda española, y en particular, sin nombrarlo explícitamente pero aludiendo a él de manera evidente, la de Pablo Iglesias. El actor retrata y define a una izquierda carente de sus principios morales, refiriéndose negativamente a los nuevos abanderados de aquella ideología que considera perdida. En consecuencia, el personaje tuvo que aguantar a una turba tuitera que pretendía dejarle bien claro que con Iglesias y Podemos no se mete nadie.

Lo que sucedió ayer con José Sacristán no es nuevo. Lo llevamos viendo un tiempo en las redes sociales, sobre todo desde que apareció Podemos en el mapa político de nuestro país. Resulta cómico que un clásico icono de la izquierda en España sea insultado y descalificado por gente ideológicamente similar, y que su único pecado sea tener criterio propio y expresarlo con claridad.
Hasta hace relativamente poco tiempo, el ejército tuitero de Podemos y afines había cargado únicamente contra personajes o medios de comunicación que se postulaban claramente contrarios a su ideología y praxis. Ahora, los ataques van más allá. Los que antaño pedían que se hiciera boicot a periodistas como Isabel San Sebastián o Hermann Tertsch, hoy ejecutan ese acoso hacia personas que, en teoría, comparten sus ideas. Los filtros han desaparecido y aquellos guerreros por la izquierda se revuelven hoy contra sus mentores cuando dicen algo que va en contra del interés común. Y cuando digo interés común, me refiero al interés exclusivo de sus venerados líderes. Y no sólo sucede con José Sacristán, sino que hay otros casos, como el de Carlos Jiménez Villarejo, ex-fiscal y ex-eurodiputado, que en una entrevista concedida a eldiario.es se aventuró a decir que a Podemos le interesa más el poder que las necesidades de los ciudadanos. No le faltaba razón, y sin embargo, aquel desafortunado comentario tuvo unas consecuencias digitales importantes por parte de la misma gente que en las elecciones europeas de 2014 le votó. Deberíamos preguntarnos quién tiene más credibilidad, si aquel que en su día confió en un proyecto y lo abandonó por un cambio de rumbo del mismo, o aquellos que en manada defienden el proyecto, sin importar el fondo y la forma del mismo.

Tremendo error para la actual izquierda el que alguno de los suyos goce de independencia de palabra. La falsa patente moral que creen poseer va más allá del bien y del mal, permitiendo por un lado a sus dirigentes bailar a sus anchas en una pista llamada España, y por otro lado a sus bases y seguidores aplaudirlo. No importan ya los tropiezos, cayendo pues en la irrelevancia hechos como que la fundación CEPS recibiera en su día 7 millones de euros procedentes del chavismo y declarara únicamente 3,7 millones, o que los concejales imputados y condenados sigan ocupando sus cómodos sillones en contra de lo que estipula el código ético de la formación. Al medio de comunicación que ha dado la exclusiva se le vapulea en las redes tildándolo de fascista, pasando entonces a un segundo plano la veracidad o no de las informaciones. Los ataques son ejecutados gracias a un perfecto y organizado sistema dentro de las redes sociales, en el cual no cuenta la opinión, sino más bien el ruido y el acoso. Todo ello impulsado, claro está, por el propio organismo que dirige el partido, que en ruedas de prensa acusa a un ente controlador -que suele ser el IBEX-35- de manipular las informaciones para destruir y silenciar lo que, bajo su punto de vista, "el pueblo" ha creado. Los que se emplazan pues contrarios a la ley mordaza son los que, a fin de cuentas, mejor saben aplicarla.

Nos encontramos ante un panorama desolador, en el cual la opinión y la crítica hacia un colectivo determinado son cada día castigadas por hordas de personas que reciben instrucciones acerca de lo que decir y cómo decirlo. No conservan ideal alguno, pero su fe es ciega y peligrosamente creciente, haciendo imposible el debate y la verdadera confrontación de ideas, que son el sustento de nuestra democracia. España necesita una sociedad que sea exigente con sus políticos y que utilice la misma vara de medir para todos, con independencia de la formación a la que pertenezcan. Así dejaríamos a un lado el odio y el rencor, dando pie entonces al verdadero progreso.

Podríamos entonces modificar un poco la cita de House, cambiando "religiosa" por "Podemos", y quedaría tal que así: "Si se pudiera razonar con gente de Podemos, no habría gente de Podemos".

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