A veces me sorprendo cuando veo a Pedro Sánchez, en estos tiempos tan duros para el socialismo español, hacer apariciones públicas (pocas) o escribir en las redes sociales mostrando una integridad moral envidiable. Lo cierto es que me genera cierta incomodidad el ver que alguien es capaz de elaborar una pose tan fraudulenta de cara a la galería cuando por dentro, las llamas de sus errores deben estar abrasando sus entrañas.
Es curioso que el día que el socialismo pierde su bastión más férreo, Andalucía, un militante socialista cuyo padre fue asesinado por ETA pida la baja del partido al no poder soportar más esta bacanal insultante que Sánchez y su séquito se montan a diario con nacionalistas y proetarras.
Si el presidente del Gobierno tuviera la más mínima convicción o gozara de algo de memoria de lo que fue su partido y por lo que lucharon muchos de sus antecesores, se rompería en mil pedazos al ver cómo José María Múgica decide abandonar un proyecto con el que dejó de identificarse hace tiempo y por el que su padre dio la vida. Con espanto corrosivo han debido ver los socialistas de bien ese ignominioso reportaje propagandístico en el que aparece Idoia Mendia brindando con Otegi en una actitud vergonzosamente amigable. Y Sánchez, víctima del histrionismo, no se ha podido desmarcar de la polémica y ha decidido, restándole públicamente importancia al asunto, blanquear –como viene siendo costumbre– a un terrorista que mancilla a diario nuestras instituciones.
El presidente del Gobierno ha pasado a formar parte de la ofensiva separatista que en estos tiempos se encuentra en unos niveles de virulencia y peligrosidad alarmantes, dando así alas a los que quieren sembrar el pánico en Cataluña usando métodos ya pasados y contra los que muchos valientes lucharon. Exhibe sin pudor su complicidad con los detractores del orden, convirtiéndose en el perfecto secuaz al servicio de una panda de tiranos golpistas. Nuestro presidente está convencido de que su irrespetuosidad institucional, orquestada al son de las migajas políticas de separatistas y radicales, le permitirá conservar el poder robado. Craso error.
En Andalucía hablan los socialistas del pacto de la vergüenza entre el PP, Ciudadanos y VOX, tildando dicho pacto como un monstruo de tres cabezas que viene a aniquilar y coartar la libertad de los andaluces. Parecen haber olvidado que la dignidad de sus compañeros, así como la memoria de un PSOE que un día quiso una España mejor, fueron subastadas sin miramientos por Pedro Sánchez en la casa de la democracia hace pocos meses. Desde entonces, Sánchez ensucia a diario de inmoralidad los sillones en los que se sentaron un día los promotores de nuestra libertad.
Como Dorothy Gale, ajeno al mundo pero terco en su objetivo, Sánchez ha puesto rumbo a Oz, un lugar que promete salvarle de todos sus males, pero que no es más que una ilusión generada por seres carentes de corazón, cerebro y valentía, que le guían hacia la cruda realidad de su existencia.
Era previsible que los españoles devolviéramos en las urnas los reiterados golpes de un presidente que desprecia nuestra voluntad. Hemos demostrado que no somos animales irracionales que siguen deslumbrados los pasos de una persuasiva y anticuada folclórica que se dedica a prometer el mundo cuando no puede ni dar la cara por su propia gente.
Sánchez sabe que se equivoca, pero también es consciente de que es tarde para salir del bucle de indecencia en el que entró por su propio pie. Prefiere mantener su estafa antes que reconocer con dignidad sus errores. Pero ha de saber que su intento de sobrevivir no es más que un suicidio político en diferido, que tarde o temprano llegará de la mano de una España constitucional que rechazará sus políticas de pleitesía y servidumbre hacia los que quieren destruirla, arrastrando consigo a sus cómplices y dejando caer a un PSOE cada vez más corrompido.
Sánchez sabe que se equivoca, pero también es consciente de que es tarde para salir del bucle de indecencia en el que entró por su propio pie. Prefiere mantener su estafa antes que reconocer con dignidad sus errores. Pero ha de saber que su intento de sobrevivir no es más que un suicidio político en diferido, que tarde o temprano llegará de la mano de una España constitucional que rechazará sus políticas de pleitesía y servidumbre hacia los que quieren destruirla, arrastrando consigo a sus cómplices y dejando caer a un PSOE cada vez más corrompido.