Llegó el 2017, y con él las
Campanadas, las uvas, el cava y, cómo no, el vestido de Cristina
Pedroche. Por tercer año consecutivo, la comunidad tuitera,
poseedora como siempre de toda supremacía moral, vertía miles de
comentarios ofensivos refiriéndose al atuendo que portó ayer la
presentadora de las Campanadas de Antena 3. Resulta curioso que esos
haters de la libertad pasen de sermonear de manera soporífera
sus autoritarias leyes feministas, a expandir mediante sus
comentarios un sentimiento machista hace ya tiempo olvidado por la
mayor parte de la sociedad civil.
Cristina Pedroche lució ayer, como de
costumbre, un vestido peculiar que dio que hablar en todos los
hogares españoles que sintonizaron Antena 3, aunque solo fuera para
ver el modelo que portaba la colaboradora de televisión. Ayer, la
presentadora no solo fue la libre mujer que vistió un vestido que se
salía de los hipócritas cánones feministas, sino que también
pudimos comprobar que es la persona satisfecha que ha ejercido la
libertad de la que solo ella se ha hecho plena merecedora con sus
actos.
En la sociedad en la que vivimos, donde
el primer día del año ha muerto una mujer a causa de la violencia
de género, resulta paradójico que la voluntad de una mujer libre se
vea menoscabada y ensartada por críticas destructivas y sin
fundamento alguno. Aquellos que, haciendo un llamamiento al
feminismo, la repudiaron, se sentían en realidad frustrados por no
ser dueños de su cuerpo y de su mente. Sin embargo, necesitaban un
pretexto que les permitiera descargar su ira sin hacerlo directamente
sobre la popular presentadora. Recurrieron pues a su monótona
regurgitación de bilis hacia las grandes empresas pese a que ayer,
con la ayuda de un Gintonic bien cargado, podrían haber brotado
comentarios algo más ingeniosos. Acusando a la empresa audiovisual
de obligar a la presentadora a vestir de ese modo, hablan de una
falta de escrúpulos y de la cosificación de la mujer sin ni
siquiera pararse a pensar ni por un momento que Cristina Pedroche
decidiera voluntariamente cuál sería el modelo que iba a lucir.
Algunos han decidido ser más sutiles,
y, criticando a los medios de comunicación que, con sus crónicas,
describen cada año los vestidos de las diferentes presentadoras de
una noche de gala, delatan sus deseos de acabar con la libertad de
prensa mientras dicen lo contrario, vertiendo toscos juicios de valor
sobre cómo hemos de seguir como borregos una determinada norma que a
ellos les gustaría imponer a la fuerza. Se preguntan con tono
voluptuoso por qué el atuendo masculino no copa los titulares de
la prensa del primer día del año, pero, si nos retrotraemos a la
Nochevieja de 2015, podemos recordar cómo Pelayo Díaz, cuando
presentó junto a sus compañeras de Cámbiame las Campanadas de
Telecinco, monopolizó gran parte de la prensa y de las redes
sociales. Hizo su aparición vestido únicamente con ropa interior de
color rojo, y se convirtió en trending topic igual que
Cristina Pedroche y muchos otros personajes públicos que deciden
saltarse unas supuestas directrices sociales para así expresar su
absoluta libertad. Lo surrealista es, aunque suene disparatado, que
toda esta polémica está generada por la comunidad que se dice
defensora de los derechos y las libertades de la mujer. Todo este
circo está gestado por aquellos que utilizan con mezquinos fines
lucrativos el hastag #NiUnaMenos cada vez que la
violencia de género vuelve a ensombrecer nuestros días.
Algunos políticos critican la
repercusión de este tipo de emisiones nada menos que por la inquina
que les genera todo lo que escape a su dominio moral. Son los mismos
que en su día orquestaron la primera aparición televisiva del hijo
de Carolina Bescansa al milímetro. Así mostrarían a toda España
lo importante que es la conciliación familiar, siempre y cuando se
tenga a una niñera detrás para que cuide del niño cuando el conato
de demagogia acabe, por supuesto.
El año 2017 ha empezado con un sabor
amargo a causa del trágico suceso de una víctima más de la
violencia de género. No hemos de dejar que la opresión se instaure
en nuestra sociedad. El rechazo a la violencia se manifiesta desde
todos los ámbitos y de muchas maneras, siempre manteniendo la unión
para generar eficacia. Lo que hemos vivido por tercer año
consecutivo, es contraproducente. No busquemos pues a los culpables
de un suceso que ni siquiera ha existido, pues Cristina Pedroche no
fue ni presionada ni engañada para lucir ese vestido. No coincido
ideológicamente con Cristina Pedroche, pero ayer "pecó"
-según dicen algunos feministas de salón- de ser una mujer libre. Y
eso fue, una mujer libre. Nada que decir.
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