domingo, 1 de enero de 2017

Tercera vez

  
Llegó el 2017, y con él las Campanadas, las uvas, el cava y, cómo no, el vestido de Cristina Pedroche. Por tercer año consecutivo, la comunidad tuitera, poseedora como siempre de toda supremacía moral, vertía miles de comentarios ofensivos refiriéndose al atuendo que portó ayer la presentadora de las Campanadas de Antena 3. Resulta curioso que esos haters de la libertad pasen de sermonear de manera soporífera sus autoritarias leyes feministas, a expandir mediante sus comentarios un sentimiento machista hace ya tiempo olvidado por la mayor parte de la sociedad civil.

Cristina Pedroche lució ayer, como de costumbre, un vestido peculiar que dio que hablar en todos los hogares españoles que sintonizaron Antena 3, aunque solo fuera para ver el modelo que portaba la colaboradora de televisión. Ayer, la presentadora no solo fue la libre mujer que vistió un vestido que se salía de los hipócritas cánones feministas, sino que también pudimos comprobar que es la persona satisfecha que ha ejercido la libertad de la que solo ella se ha hecho plena merecedora con sus actos.

En la sociedad en la que vivimos, donde el primer día del año ha muerto una mujer a causa de la violencia de género, resulta paradójico que la voluntad de una mujer libre se vea menoscabada y ensartada por críticas destructivas y sin fundamento alguno. Aquellos que, haciendo un llamamiento al feminismo, la repudiaron, se sentían en realidad frustrados por no ser dueños de su cuerpo y de su mente. Sin embargo, necesitaban un pretexto que les permitiera descargar su ira sin hacerlo directamente sobre la popular presentadora. Recurrieron pues a su monótona regurgitación de bilis hacia las grandes empresas pese a que ayer, con la ayuda de un Gintonic bien cargado, podrían haber brotado comentarios algo más ingeniosos. Acusando a la empresa audiovisual de obligar a la presentadora a vestir de ese modo, hablan de una falta de escrúpulos y de la cosificación de la mujer sin ni siquiera pararse a pensar ni por un momento que Cristina Pedroche decidiera voluntariamente cuál sería el modelo que iba a lucir.

Algunos han decidido ser más sutiles, y, criticando a los medios de comunicación que, con sus crónicas, describen cada año los vestidos de las diferentes presentadoras de una noche de gala, delatan sus deseos de acabar con la libertad de prensa mientras dicen lo contrario, vertiendo toscos juicios de valor sobre cómo hemos de seguir como borregos una determinada norma que a ellos les gustaría imponer a la fuerza. Se preguntan con tono voluptuoso por qué el atuendo masculino no copa los titulares de la prensa del primer día del año, pero, si nos retrotraemos a la Nochevieja de 2015, podemos recordar cómo Pelayo Díaz, cuando presentó junto a sus compañeras de Cámbiame las Campanadas de Telecinco, monopolizó gran parte de la prensa y de las redes sociales. Hizo su aparición vestido únicamente con ropa interior de color rojo, y se convirtió en trending topic igual que Cristina Pedroche y muchos otros personajes públicos que deciden saltarse unas supuestas directrices sociales para así expresar su absoluta libertad. Lo surrealista es, aunque suene disparatado, que toda esta polémica está generada por la comunidad que se dice defensora de los derechos y las libertades de la mujer. Todo este circo está gestado por aquellos que utilizan con mezquinos fines lucrativos el hastag #NiUnaMenos cada vez que la violencia de género vuelve a ensombrecer nuestros días.

Algunos políticos critican la repercusión de este tipo de emisiones nada menos que por la inquina que les genera todo lo que escape a su dominio moral. Son los mismos que en su día orquestaron la primera aparición televisiva del hijo de Carolina Bescansa al milímetro. Así mostrarían a toda España lo importante que es la conciliación familiar, siempre y cuando se tenga a una niñera detrás para que cuide del niño cuando el conato de demagogia acabe, por supuesto.

El año 2017 ha empezado con un sabor amargo a causa del trágico suceso de una víctima más de la violencia de género. No hemos de dejar que la opresión se instaure en nuestra sociedad. El rechazo a la violencia se manifiesta desde todos los ámbitos y de muchas maneras, siempre manteniendo la unión para generar eficacia. Lo que hemos vivido por tercer año consecutivo, es contraproducente. No busquemos pues a los culpables de un suceso que ni siquiera ha existido, pues Cristina Pedroche no fue ni presionada ni engañada para lucir ese vestido. No coincido ideológicamente con Cristina Pedroche, pero ayer "pecó" -según dicen algunos feministas de salón- de ser una mujer libre. Y eso fue, una mujer libre. Nada que decir.

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